Fundamentos de la fe

Maria
January 16, 2007

Himnos, poemas y testimonios de fe para la Fiesta 2007

BN 1197 3623 DF/MM/MC FIESTA 2007 DIC. 2006

Carta de María

Cita de la portada: Aprendan todo lo que puedan de los grandes hombres y mujeres del pasado, quienes soportaron tantas penalidades para sentar las bases sobre las que estoy construyendo ahora este ejército del Tiempo del Fin.

1. Hola, mi amor. No te imaginas lo contenta que estoy de poder pasar hoy este rato contigo. Acabas de escuchar la charla que di acerca de la importancia de descansar en el Señor. ¿Qué te parece si en las devociones que vienen a continuación tratamos de hacer eso un poco? Procuraremos ayudarte a aminorar la marcha, entrar en el espíritu, relajarte y concentrarte en cosas celestiales.

2. No quiero que estés inquieto pensando que no conseguirás concentrarte, o que te va a vencer el cansancio‚ o que te quedarás dormido. Comprendo que puedas estar preocupado por eso. Pero no quiero que te preocupes, porque puedes detener estas devociones cuando lo desees. Puedes hacer una pausa para meditar sobre las palabras, o para ir a servirte un vaso de agua y estirar las piernas. Puedes parar y tomarte una siesta si estás cansado. Lo que más quiero es que te sientas a gusto, y que lejos de considerar estos momentos como una pesadez, un agobio o un fastidio, los veas como una bendición especial de parte de nuestro Esposo.

3. Puedes hacer con estas devociones como mejor te parezca, según lo que te indique el Señor. Puedes escuchar la grabación en tu reproductor de MP3 o en tu computadora, y dedicarte simplemente a descansar y relajarte. O puedes escucharla por partes a lo largo de los próximos días si lo prefieres así, tener una serie de minidevociones. Hazlo como quieras.

4. Se me ocurrió preparártelo en un estilo muy personal de forma que no tengas que preocuparte de la presencia de otras personas, y así puedas concentrarte y hasta repetir algunas de las palabras. Puedes orar conmigo. Puedes detener la grabación y pensar en nuestro Esposo… lo que sea que Él te inspire a hacer. Puedes levantarte y ponerte a bailar, puedes cantar en lenguas sin distracciones, porque esto es para ti, y quería que fuera algo privado y personal, entre Jesús y tú. Claro que yo también estaré contigo‚ y juntos pasaremos preciosos momentos descansando en Jesús.

5. Tengo un popurrí de cosas que compartir contigo: breves reflexiones, algo de poesía, la letra de unas cuantas canciones, alguna que otra cita, algunas oraciones. Recuerda que el propósito de este rato es reducir la marcha, aquietar nuestro espíritu y no hacer caso de ninguna distracción, a fin de concentrarnos en Jesús, acercarnos a Él y hacer conexión con Él.

6. Eso sí, algunos de los recursos que he escogido para ayudarte a hacer esa conexión con Él durante estas devociones te resultarán algo nuevos; no son los que acostumbramos emplear cuando comulgamos con Él. Lo que pasa es que he visto que nos hace bien probar cosas nuevas. Es bueno que no nos dé miedo romper moldes y que probemos cosas nuevas aunque pensemos que no nos van a gustar; en realidad, si no las probamos nunca sabremos si nos gustan o no. Papá lo ilustró con la anécdota del niñito que, mirando su plato de espinacas, dijo: «Sé que no me gustan porque nunca las he probado».

7. En fin, es mejor no cerrarse a lo nuevo, ¿no te parece? El Señor puede obrar mucho mejor en nuestra vida y valerse de nosotros en una medida mucho mayor cuando no nos cerramos a lo nuevo, cuando no nos cerramos a lo que sea que Él ponga en nuestro camino. Eso no quiere decir que debamos abrirnos a cualquier cosa‚ a lo que venga‚ sin orar al respecto, sin reconocer al Señor y sin cerciorarnos de que sea algo bueno que Él nos manda. Pero creo que a menudo Él nos presenta cosas, y nosotros, apenas acercamos un poco la nariz, ya concluimos que no nos convienen. Y no indagamos más. Sencillamente cerramos la puerta y seguimos con nuestra rutina sin pensárnoslo dos veces‚ cuando tal vez se trata de una oportunidad fantástica que nos quiere dar el Señor, o de un derrotero que desea que tomemos. Si no nos mostramos aunque sea un poco abiertos, nunca llegaremos a conocer las increíbles oportunidades que Él podría ofrecernos.

8. Creo que te encantará una BN que tengo pensado enviar en algún momento acerca de las rutinas. Ya sabes, todos caemos en rutinas, nadie se salva. Me parece que cuando la leas se producirá una minirrevolución en tu vida. Por la influencia que ejercerán en ti esas Palabras, creo que serás capaz de realizar unos cuantos cambios en el plano personal que te vendrán muy bien, que te ayudarán a convertirte en una persona más flexible, más interesante‚ más valiosa y equilibrada.

9. En todo caso, podemos empezar ya a romper con la rutina: permíteme que comparta contigo algunas cosas que vienen de hace muchos años. Claro que ya tienes la costumbre de leer textos y recibir mensajes del Señor que datan de muchos años atrás; ese es el caso de la Biblia‚ y la Biblia te encanta, te fascinan sus preciosas palabras. Eso es religión bien a la antigua.

10. Hoy en día casi toda la Palabra que lees te llega en lenguaje moderno; pero comenzamos mucho tiempo atrás con el inglés arcaico de la versión King James de la Biblia‚ que nos encanta y disfrutamos hasta el día de hoy. Luego vinieron las profecías, que al principio también se recibían en lenguaje antiguo, aunque ahora por lo general el Señor se dirige a nosotros en un lenguaje más contemporáneo‚ para que nos resulten más comprensibles y nos las apliquemos mejor. De todas maneras te sigue gustando la Biblia, aunque no entiendas perfectamente cada palabra. También disfrutas con las Canciones de amor, las Canciones de consuelo y las demás canciones antiguas que solía cantarnos Papá; no tanto porque te apasione ese estilo de música, sino por el espíritu que transmiten.

11. Permíteme que comparta contigo una vez más algunas canciones antiguas, solo que serán otras. En realidad puede que esto al fin y al cabo no te resulte tan nuevo o diferente; pero al menos creo que será inspirador para ti si lo que buscas es acercarte a nuestro querido Esposo sea como sea.

12. No haré como Papá, que las cantaba todas, aunque sí cantaré unas cuantas; más que nada te leeré las letras. Tienen letras hermosas y profundas, porque brotaron del corazón de hombres y mujeres que habían sufrido por su Salvador, que habían sufrido a causa de su fe. Soportaron la prueba y produjeron canciones y poesías muy bellas. Por ello Dios les encargó la misión de compartir con el mundo las canciones y poesías que Él había puesto en su corazón.

13. Y ¿sabes una cosa? En la actualidad, muchísimos años después, esos hombres y mujeres siguen dando testimonio de su fe por medio de la música sacra de la cristiandad. Fueron hombres y mujeres parecidos a ti, que como se acercaron al Señor y se conectaron con Jesús pudieron recibir Sus palabras, en algunos casos incluso en profecía, e indudablemente por inspiración divina, con lo que durante muchísimos años otros cristianos hallaron solaz, hallaron consuelo y hallaron la inspiración y motivación necesarias para continuar sirviendo a Jesús.

14. Cuando te adentres conmigo en el mundo de esa música sacra —lo que en círculos cristianos se denominan himnos de la fe— no solo percibirás la profundidad espiritual de sus autores, sino que comprobarás que tienes mucho en común con ellos. Te darás cuenta de que eran auténticos cristianos a los que no les importó sufrir por su fe‚ que se entregaron por entero a Jesús y soportaron fuertes pruebas y tribulaciones con el fin de dar testimonio de su Maestro y Rey.

15. Estoy segura de que te identificarás con ellos. Muchos de estos compositores y poetas prestan ahora servicios desde el mundo del espíritu. Algunos ayudan a la Familia en la actualidad, y el Señor ha prometido que otros más lo harán en el futuro.

16. Por otra parte, viene bien conocer a algunos de estos compositores y algunos himnos de la iglesia universal, de la gran familia de Dios, porque se trata de las canciones que inspiran y conmueven a los fieles de las iglesias del mundo entero y que éstos cantan hasta el día de hoy.

17. Total que si aún no eres un odre nuevo‚ no te preocupes; solo pídele al Señor que te ayude a convertirte ahora mismo en uno, ponte cómodo y disfruta de estos momentos que dedicaremos a concentrarnos en Jesús y en las obras de Sus manos. Lo alabaremos por los estupendos hombres y mujeres que cumplieron Su voluntad a lo largo de la Historia y que, de la abundancia de su corazón, crearon, con la ayuda de Jesús y de otros seres espirituales, un hermosísimo testimonio de su fe.

18. Las canciones de antaño se escribieron en un lenguaje muy bello que en la mayoría de las canciones de la actualidad ya no se ve, pues en el mundo moderno ese refinamiento del idioma se ha ido perdiendo. El lenguaje es un poco arcaico y algunas palabras te chocarán un poco; pero creo que las entenderás. Y si hay algunas que tienen un significado distinto, procuraré explicártelas, ¡suponiendo que yo las entienda! Y si ninguno de los dos logra descifrarlas, ¡qué importa! Las aceptaremos sin más y las daremos por buenas, por fe. A decir verdad, no creo que esos casos desmerezcan lo que vamos a leer.

19. Estas canciones fueron una gran bendición para mí. Yo me crié con ellas. No es que las cantara todas de pequeña, pero muchas sí, o solía oírlas cantar, y fueron una gran bendición para mí, tal como lo fueron para Papá. Me acercaron a Jesús y me inspiraron ganas de conocerlo más profundamente. Otras, por otra parte, expresaban el deseo que yo ya albergaba en mi corazón de conocerlo mejor.

20. A veces pasa que encuentras una canción, un poema, una reflexión o un párrafo de una Carta de MO que coincide con lo que sientes en tu interior, y el encontrar ese pensamiento expuesto en palabras te ayuda mucho, porque es posible que hasta ese momento no fueras capaz de expresarlo. Cuando por fin lo ves, dices: «Claro, ¡a eso me refería yo! ¡Eso es lo que quiero hacer!» Es fantástico ver expresados —aunque sea por otra persona— los pensamientos que hasta el momento uno no ha sido capaz de expresar, y exclamar: «¡Caramba, yo me siento exactamente igual!»

21. Una de las canciones que mejor expresaba lo que sentía justo antes de integrarme a la Familia era Ayúdame a escalar. La escribió un tal Johnson Oatman Jr. en 1898. Pero antes de compartirla contigo‚ pidámosle al Señor que bendiga el rato que vamos a pasar juntos.

22. (Mamá reza:) Maravilloso Jesús, te amamos. Querido y bello Esposo, te agradecemos de todo corazón el que podamos pasar juntos un rato así. Invocamos las llaves de reclusión para que haya tranquilidad a nuestro alrededor, y las llaves del descanso para que se aquiete nuestro espíritu. Y ahora que nos retiramos de las alas e ingresamos a Tu templo de paz, oramos para que nos ayudes a hacer a un lado nuestros pensamientos y toda preocupación, de forma que pensemos únicamente en Ti, en Tu belleza‚ Tu paz‚ Tu amor‚ Tu poder y Tu majestad‚ las obras Tuyas que hay en la creación, y los milagros que realizaste por medio de los hombres y mujeres a los que llamaste a hacer hazañas en Tu nombre.

23. Haz que este tiempo que vamos a pasar contigo sea verdaderamente especial. Sabemos que así será si nos concentramos en Ti y en Tus palabras. Aíslanos del mundo, dulce Amor‚ y ayuda a esta preciada esposa Tuya a hallar el dulce reposo de Tu Espíritu que has prometido a todos los que se acercan a Ti con un espíritu tranquilo.

24. Has dicho que el poder de las llaves es como un vórtice de energía que atrae hacia nosotros todo lo bueno y aparta de nosotros todo aquello que no es puro ni proviene de Ti. Queremos chupar de Tu Espíritu y pedirte que apartes de nosotros cualquier cosa que pueda distraernos de estos hermosos momentos de comunión contigo.

25. Invocamos la presencia de los Ángeles Azules de las llaves, para que nos ayuden a conocer el gozo de estos momentos de íntima comunión contigo. Has dicho que a todos nos es necesario aprender a reducir la marcha y descansar en Ti, y de veras queremos hacerlo más seguido. Queremos habituarnos a reposar en Ti. Por favor, enséñanos a hacerlo, dulce Amado, por medio de Tu Espíritu, de Tus palabras y de cada rato que pasemos contigo. Amén. Gracias, querido Jesús.

26. Bien, dije que te iba a hablar de esta canción que tocó mi fibra sensible justo antes de integrarme a la Familia. Yo asistía a una iglesia evangélica en la que predicaban a Jesús, predicaban la Palabra y creían en salvar almas; pero como les sucede a la mayoría de las iglesias, su punto fuerte no era precisamente «ir por los caminos y por los vallados y forzarlos a entrar», aunque hay que reconocer que de vez en cuando invitaban a ir a la iglesia a gente nueva.

27. Sin embargo, había un señor mayor que todos los miércoles por la noche, en la reunión de oración, contaba testimonios de las personas a las que había testificado o conquistado para el Señor. Siempre me impresionaba lo que decía aquel buen hombre, Ed. Creo que trabajaba de jardinero. No era una persona muy culta ni muy entendida en muchos temas, pero desde luego conocía bien a Jesús, y se le notaba. Era la única persona de la iglesia que contaba ese tipo de testimonios. Probablemente los demás fieles se sentían un poco incómodos cuando lo escuchaban.

28. A mí siempre me fascinaba escuchar sus testimonios, pues en cierto modo hacían sonar pequeñas alarmas en mi corazón y me recordaban que eso era lo que debían hacer los cristianos. Y tenía la sensación de que debía de haber algo más que salvar almas. Claro que no sabía qué. Yo no era una chica rebelde, no me daba cuenta de la hipocresía de la iglesia ni la criticaba. Creo que más bien veía su lado bueno, y quizá porque no tenía un ojo crítico ni una personalidad muy analítica, y no había tenido malas experiencias en la iglesia —en realidad, no sé por qué motivo—, la verdad es que no había mucho de la iglesia que me molestara.

29. Será que mis padres, que toda la vida pastorearon iglesias pequeñas, no eran hipócritas; puede que eso tuviera algo que ver. Eran sinceros y amorosos, se preocupaban por los demás, y por lo tanto yo vi en su ejemplo la cara buena de la iglesia. No es que salieran a ganar almas, pero sí invitaban a la gente a ir a la iglesia y ahí le predicaban el mensaje de salvación. Y repartían algunos folletos aquí y allá. Eso venía a ser lo que les habían enseñado; y yo no se lo echaba en cara. Los admiraba por los sacrificios que habían hecho para responder al llamamiento del Señor.

30. De todos modos, en lo profundo de mi corazón algo me decía que vivir para el Señor tenía que ser algo más de lo que había conocido hasta aquel momento. En aquel entonces, después de terminar la secundaria, cuando ya iba a la universidad, tenía muy claro que aquello era algo temporal o transitorio‚ y que a la larga me dedicaría a servir al Señor.

31. Suponía que terminaría matriculándome en algún instituto bíblico y que acabaría casándome con un pastor, como mi mamá. Había albergado esa idea desde pequeña y presentía que eso era lo que el Señor quería que hiciera. Por otra parte, no me entusiasmaba mucho la idea de asistir a un instituto bíblico. No sabía por qué‚ pero lo postergaba y lo postergaba. Seguía yendo a la universidad, estudiaba un semestre aquí, otro allá, y entre períodos de estudio trabajaba como secretaria. No tenía prisa por tomar una decisión sobre mi servicio al Señor porque la verdad es que no sabía qué hacer. No sentía una vocación por nada en particular.

32. Lo que sí sabía con certeza era que anhelaba más del Señor. Tenía una amiga que se sentía igual que yo, así que íbamos juntas a la iglesia, y cada vez que cantaban este himno, Ayúdame a escalar, lo cantábamos con alma y vida, a grito pelado.

33. Te lo voy a cantar, y nuestros queridos músicos me están ayudando para que resulte más agradable. Los músicos, al igual que las llaves, realzan nuestra capacidad de disfrutar de las cosas. ¡Que Dios los bendiga!

Me esfuerzo por siempre avanzar

y nuevas cimas conquistar.

Mientras asciendo, es mi oración:

«Ayúdame a escalar‚ Señor».

Recógeme y colócame

sobre la cúspide, por fe.

Hacia un lugar mucho mejor

ayúdame a escalar, Señor.

Quedarme aquí sería un error,

en tierras de odio y de temor.

Aunque otros sientan que es su hogar‚

lo que yo quiero es escalar.

Quiero dejar el mundo atrás

aunque me hostigue Satanás

pues sé que allí escucharé

lo que hoy percibo aquí por fe.

Quiero avanzar, quiero subir,

Su luz gloriosa recibir,

y hasta que llegue, es mi oración:

«Ayúdame a escalar, Señor».

Recógeme y colócame

sobre la cúspide, por fe.

Hacia un lugar mucho mejor

ayúdame a escalar, Señor.

34. Poco después de hacer la oración que se expresa en este himno, y de elevar muchas plegarias en mi corazón para que el Señor me indicara cuál era Su voluntad‚ el Señor me sacó de mi entorno, de la vida a la que estaba acostumbrada, y me puso en una situación muy inusual, una situación sumamente particular: en pleno inicio de los Niños de Dios, en el Light Club de Huntington Beach.

35. No estuve en el puro comienzo, pero llegué justo a tiempo para experimentar esa etapa y pasar inmediatamente a la siguiente, cuando nos fuimos de Huntington Beach y nos lanzamos a recorrer los Estados Unidos. El Señor respondió a mis oraciones y me llevó a un lugar más alto y mejor. Y aún hoy, muchos años más tarde, no hemos alcanzado la cúspide y seguimos escalando, rogándole a Jesús que nos ayude a continuar el ascenso, diciéndole que queremos llegar a las cimas más altas que existen, que queremos vivir por encima del mundo. No cabe duda de que nos ha ayudado a experimentar emociones y maravillas del plano espiritual que pocos han conocido.

36. Ese era nuestro destino, y a pesar de las circunstancias naturales‚ que probablemente habrían dictado que me quedara en una iglesia pequeña, casada con un pastor y dedicada a apoyar su ministerio, como mi destino era llegar más lejos‚ el Señor milagrosamente me tomó, me sacó de ese plano y me puso en uno más alto. Obró algo magnífico en mi vida y me concedió abundantes y grandiosas bendiciones, mucho más de lo que yo hubiera podido imaginar.

37. En fin, ahí tienes una porción de mi testimonio. El caso es que el Señor respondió maravillosamente a mi oración y me trasladó a un plano más alto, igual que hizo contigo. Y al ver nuestra ansia de Él nos ha honrado con dones y armas espirituales. Nos ha colocado en un plano más elevado en el que tenemos la posibilidad de aprender a conocerlo mejor y ser partícipes en mayor medida de Su alegría, de Su amor, de Su compasión hacia los perdidos y de Su corazón.

38. Las siguientes líneas expresan las alabanzas y la gratitud de una persona que reposa de veras en brazos de su Amante y descubre allí la grandeza de Su tierno corazón.

Buen Jesús, Yo en Ti descanso‚

en el gozo que me das.

He encontrado la grandeza

de Tu dulce paz.

Me has pedido que te mire.

Tu belleza es sin igual.

Me transformas con Tu gloria.

Todo me lo das.

Tanto amor nunca he sentido.

No lo puedo mensurar.

La bondad que me prodigas

es vasta como el mar.

Yo descanso en Ti, mi Amado.

De Tu enorme gracia sé

y también de Tus promesas,

pues de ellas me apropié.

Yo confío en Ti, mi Amado.

Yo te adoro, mi Señor.

Tu amor puro, inmutable,

llena mi interior;

satisface mis deseos,

cubre mi necesidad,

me rodea de bondades.

¡Un amor sin par!

Que Tu rostro para siempre

me ilumine con Tu luz

mientras trabajo y descanso

en Tu paz, Jesús.

Gloria de mi santo Padre,

luz de Su rostro de amor,

que por siempre en Ti confíe.

Guárdame, Señor.

Buen Jesús, Yo en Ti descanso,

en el gozo que me das.

He encontrado la grandeza

de Tu dulce paz.

39. Buen Jesús, yo en Ti descanso, escrita por Jean Sophia Pigott en 1876.

40. Es una canción de amor a Jesús‚ tan hermosa para su época con pueden ser las que cantamos hoy en día. Un poco diferente, claro, no tan moderna; pero ¿quién ha dicho que todo tiene que ser moderno? Algunas cosas antiguas son de lo más bello y valioso que hay. Esta canción sin lugar a dudas denota que su autora sentía un profundo amor por nuestro Esposo.

41. ¿Observaste que dice: «Mientras trabajo y descanso en Tu paz, Jesús»? Al parecer la autora había descubierto el secreto de trabajar para el Señor y al mismo tiempo descansar, que es algo que Él quiere enseñarnos a nosotros. Ese descanso no tiene por qué representar una pequeña porción de nuestra vida; de hecho, no debería ser así. Debería abarcar nuestra vida entera. Debería ser lo que hacemos a cada momento. Podemos descansar en Jesús y en el gozo de lo que Él es, y estar continuamente ahondando en la magnitud de Su amor.

42. Y ¿no te llamó la atención que llamara a Jesús «Gloria de mi santo Padre, luz de Su rostro de amor»? Hermosísimo. Gracias‚ preciado Jesús. Gracias por inspirar a esta mujer a amarte con tanta pasión que pudo comunicar esa pasión a los demás, y ahora a nosotros, tantos años después. Gracias, querido Amor.

43. A continuación tengo algo más sobre el tema de descansar, estar tranquilos y aquietar nuestro espíritu. Este himno pone de relieve algunos de los beneficios de reposar en nuestro Esposo. Fue escrito en 1872. ¿Te das cuenta? A lo largo de la Historia‚ todos aquellos que de veras se conectaron con el Señor y se consagraron a Él en cuerpo, alma y espíritu tuvieron que descansar en Él. Es la única manera de llegar a conocerlo íntimamente, de llegar a conocer Su corazón. No hay otra forma de obtener esa belleza de espíritu que es contagiosa.

44. Aquí está. Esta vez es Jesús quien habla:

Ven a descansar‚ apártate y deja todo atrás.

Se te ve agotado bajo esa carga tan adversa.

Sacúdete el polvo, sécate el sudor, y una vez más

en Mi apacible presencia recupera fuerzas.

Ven‚ cuéntame todo lo que has dicho y hecho,

tus victorias, tus fracasos‚ tus sueños, tus temores.

Sé que las almas con dificultad se ganan

y que con lágrimas adornas tus fervientes oraciones.

Ven a descansar, que es largo el camino,

si no te detienes, a la larga sucumbirás.

Ven‚ come y gusta de Mi pan de vida

y bebe el vino de Mi amor que te quiero dar.

Con renovadas fuerzas, tras conversar conmigo‚

regresarás al trabajo hasta el atardecer,

No consideres perdidas esas horas

en que a tu Señor mejor puedes conocer.

45. Algo que me llamó la atención cuando me puse a revisar todos estos himnos y poemas es que estos siervos de Dios tenían gran amor por las almas. Sabían que su misión era ganar almas. Era algo que les habían inculcado hasta tal punto en el ánimo y en la mente que lo habían interiorizado por completo y afloraba en la letra de sus composiciones. Como dice Jesús en el poema que acabo de leer: «Sé que las almas con dificultad se ganan». Y dice que para poder seguir con el trabajo que hacemos para Él es necesario que nos apartemos y «en [Su] apacible presencia [recuperemos] fuerzas». «No consideres perdidas esas horas en que a tu Señor mejor puedes conocer».

46. Te voy a leer otro poema titulado Dame calma. Lo escribió un tal Horatius Bonar en 1857. Como verás, nuevamente queda claro que se dedicaba a predicar el Evangelio‚ a ganar almas, y que le hacía falta tranquilizarse y descansar en Jesús para poder trabajar bien para su Maestro, tal como nos pasa a nosotros. Esta debería ser también nuestra oración.

Señor, dame calma por estridentes que sean

los sonidos que me rodean,

calma en la soledad de mi aposento

y cuando todo es movimiento.

47. ¿Has visto que incluso le ruega al Señor que lo ayude a permanecer tranquilo cuando está en su aposento? La verdad es que es una oración bien acertada. Algunas veces te habrá pasado que empiezas tu rato de quietud preocupado por las cosas del día, o con la cabeza en otra parte. Incluso si te tomas tu rato de oración por la mañana, hay tantos asuntos en que pensar y tienes tantas cosas en la cabeza relacionadas con ese día que es una lucha impedir que esas distracciones acaparen tu tiempo con el Señor, evitar que esos pensamientos interfieran en los momentos que dedicas a nuestro Esposo.

48. Sin embargo, te aseguro que no es una imposibilidad, y que con la ayuda del Señor y de las llaves puedes remontarte y tener un espíritu tranquilo, reposado‚ donde sea que estés. Tanto en tus momentos de quietud, a solas con el Señor, en la mañana o en la noche, como cuando estás fuera y sencillamente no tienes forma de evadirte de las circunstancias, el Señor puede poner calma y paz en tu corazón, aun «cuando todo es movimiento». El poema continúa así:

Dame calma cuando disfrute de perfecta salud,

en mi enfermedad y en mi ineptitud,

calma en la pobreza y calma en la abundancia,

sufra yo pérdidas u obtenga ganancias.

Calma si me toca soportar calumnias,

como Tú que en la cruz sufriste injurias;

calma ante las burlas de la multitud

que por Tu sacrificio no sienten gratitud.

49. Eso da a entender bastante claramente que hablaba de Jesús a muchos que por lo visto no tenían interés en escucharlo.

Cálmame, Dios mío, y mantenme en paz

en Tu regazo una vez más.

Con himno y salmo tranquilizador

aplaca mi alma, Señor.

50. Naturalmente, alabar a nuestro Esposo —«con himno y salmo tranquilizador»‚ como lo describe el autor— nos ayuda a entrar por Sus puertas y Sus atrios y a calmar y aquietar nuestro espíritu.

51. A continuación tengo una canción de alabanza que siempre me ha gustado. Es muy conocida en círculos cristianos y se llama Al nombre de Jesús gloria dad, o como diríamos en lenguaje corriente, «Alabemos todos el nombre de Jesús». Tal vez la has escuchado antes o incluso la conoces bien.

52. Esta te la voy a cantar porque me gustaría que te aprendieras la melodía. Creo que algún día te vendrá bien conocer algunos de estos himnos de la fe para alabar y adorar a nuestro Rey cantándolos juntamente con otros cristianos.

53. Imagínate, si vas a una iglesia para estar con otros cristianos y no te sabes ninguna de las canciones que ellos cantan, te van a mirar como si fueras un marciano. No entenderán cómo es posible que seas cristiano y no te sepas sus canciones. Y eso complicará las cosas. Por eso no viene mal aprenderse por lo menos algunas, para tener algo en común con ellos.

54. Por supuesto, tenemos mucho en común por el simple hecho de que todos creemos que Jesús es el camino que conduce al Cielo, y que es quien nos salvó, nos sacó del lodo y nos ha llevado a una vida maravillosa de servicio a Él, y nos ha dado felicidad y alegría. Hay montones de temas de los que podemos hablar con otros cristianos para hacerles entender que somos del mismo parecer‚ del mismo sentir.

55. Para esta canción recluté la ayuda de algunos de nuestros músicos, porque la música es poderosa y es capaz de transportarnos al mundo del espíritu. Aquí va.

Al nombre de Jesús gloria dad

postrándoos ante Él.

Traedle una diadema real

y coronadlo Rey.

Traedle una diadema real

y coronadlo Rey.

Por gracia os dio la salvación,

oh hijos de Israel.

Cantad a quien os rescató

y coronadlo Rey.

Cantad a quien os rescató

y coronadlo Rey.

Naciones todas, escuchad

y obedeced Su ley

de gracia, amor y santidad‚

y coronadlo Rey;

de gracia, amor y santidad,

y coronadlo Rey‚

Hoy con el coro celestial

postrados a Sus pies

cantadle un himno por la eternidad

y coronadlo Rey.

Cantadle un himno por la eternidad

y coronadlo Rey.

56. ¡Aleluya! Gracias, Señor, por esta hermosa canción y por esa letra inspirada, procedente de Tu trono. ¡Te aclamamos, te alabamos y te glorificamos como nuestro Rey de reyes y Señor de señores!

57. Aunque millones de cristianos entonan esta canción en sus iglesias, son pocos los que saben que varios años después que fue compuesta, el Señor se valió de ella para abrir la puerta del corazón de los miembros de una tribu que vivía aislada en las montañas de la India. Si no te importa, quisiera contarte ahora lo que sucedió.

58. Resulta que ocurrió una especie de milagro, porque cuando estaba revisando este himno para decidir si lo iba a incluir en estas devociones‚ hubo una pequeña confusión sobre quién lo había escrito; así que tuvimos que preguntárselo al Señor, y de paso, recibimos un relato del mundo del espíritu.

59. De todos modos, no fue mucho lo que logramos averiguar acerca del autor de la letra de esta canción, E. P. Perronet, salvo que trabajó en Inglaterra junto a John y Charles Wesley en la prédica del Evangelio. Pero sí nos enteramos de la siguiente historia, por cierto fascinante, acerca de la canción y la forma milagrosa en que el Señor se valió de ella años después.

60. Es sobre un joven llamado Edward Scott cuyos padres habían sido destinados a la India, país donde él nació. Vivió en el siglo xix. Era de clase alta y tuvo el gran privilegio de asistir a buenos colegios. Además contaba con una extraordinaria facilidad para aprender idiomas, y la India era el lugar ideal para desarrollarla, porque cuando uno viajaba por la campiña, se encontraba con muchas aldeas que tenían su propio dialecto. Aquí va la historia, en sus propias palabras:

61. Me crié en un mundo que muchos no podrían ni imaginar fuera de la India. Mi padre era funcionario y supervisaba la construcción de vías férreas en las provincias del norte. Su trabajo lo obligaba a viajar, y a menudo yo lo acompañaba. Llegué a querer mucho a la gente de estas tierras. Para mí, el mundo inglés era tan extraño como viajar a la Luna.

62. A los 18 años conocí a Cristo personalmente gracias a un misionero al que me presentaron en el curso de uno de los viajes que realicé con mi padre a un pueblo grande situado a cierta altitud en las montañas del norte de la India.

63. Un año después me dispuse a aprender más de aquel hombre que, a pesar de ser inglés de raza‚ era tan indio de corazón como las personas a las que estaba consagrado y entre las cuales vivía con el fin de darles a conocer el amor de Cristo.

64. En aquel entonces el viaje no era como hoy en día, en que uno sencillamente se monta en un avión o en un auto y listo. Para llegar a aquellas ciudades y pueblos había que viajar semanas enteras por caminos de tierra plagados de bandidos. Por lo general se viajaba a caballo o a lomo de elefante, y en grupos, como medida de protección.

65. Cualquier viaje requería un enorme esfuerzo. Uno estaba expuesto a la suciedad y las enfermedades, y comía y bebía lo que encontraba, por lo que mi flamante fe fue puesta a prueba en aquella zona incivilizada, en circunstancias a menudo impredecibles.

66. Por el hecho de haberme criado en la India conocía las costumbres del lugar, pero no estaba en absoluto habituado a viajar de esa manera. Quiero aclarar que llegué a ser un firme cristiano, pero en aquel momento mi fe era aún débil, y todavía no había descubierto el poder que tiene la oración ferviente. Había viajado muchas veces con mi padre‚ que debido al cargo que ostentaba siempre estaba rodeado de guardias. Solo los más valientes o los más desesperados se habrían atrevido a atacar a semejante escolta.

67. Yo había llegado a amar mucho al pueblo hindú, aunque mis padres eran cristianos nominales, pero no practicantes. La gente del país no les interesaba mucho, y no querían saber nada de los pobres. No estaban allí para ayudar, sino para gobernar. Mi viaje se produjo justamente a raíz de una serie de desacuerdos que tuve con ellos.

68. Jesús había hecho mella en mí y me había hecho entender que quería que me consagrara a servir a la gente de este país. Aunque solo tenía dieciocho años, y no había recibido más formación que el apacentamiento que amablemente me habían dado unos cuantos misioneros que había conocido, así como la que me proporcionaba la lectura de un pequeño Nuevo Testamento que me habían dado, sentía un intenso deseo de entregar mi vida para comunicar la alegría que había descubierto a aquellas personas que tan a menudo se hallaban perdidas en las tinieblas.

69. Sin embargo, mi entusiasmo se topó con broncas y amenazas de enviarme a Inglaterra si insistía en hablar de esas cosas.

70. (Mamá:) Quisiera agregar un pequeño comentario: que no es nada nuevo que los padres traten de impedir que sus hijos sirvan al Señor. Siempre ha habido 10:36istas.

71. Edward continúa:

72. Para entonces ya estaba decidido a tomar mi propio derrotero en la vida. Con gran cargo de conciencia, me preparé para el viaje‚ no dejando sino una nota a mis padres en la que les decía que debía obedecer a Dios y no a los hombres. No les dije adónde me dirigía, porque sabía que mi padre enviaría soldados para hacerme regresar‚ a la fuerza si era necesario, a fin de impedir que emprendiera una empresa tan necia. No volví a verlos en esa vida; pero tan fuerte había llegado a ser mi convicción de que debía poner al Señor por delante de los deseos de mis padres que, a pesar de que los amaba‚ me mantuve firme y gocé de paz interior.

73. Llegué al pueblo de mi amigo misionero. Trabajé y estudié todo lo que me enseñó‚ tanto de la Biblia como de la vida. En los años en que me estuvo instruyendo aprendí mucho acerca de la oración ferviente, y aprendí también a depender completamente del inagotable amor que siente Jesús por nosotros y por los perdidos. No sabía profetizar como ustedes; pero en los momentos de angustia oía en mi corazón Su voz que me consolaba, me guiaba y respondía a mis más profundas penas.

74. Tuve una vida difícil. Trabajábamos codo a codo con la gente del pueblo, ministrándoles mientras trabajábamos, y luego compartiendo lo poco que teníamos con los que lo necesitaran, además de darles la Palabra de Cristo. Trabajábamos de sol a sol. Muchas veces teníamos que hacer uso de nuestras últimas fuerzas para ayudar a alguien en un apuro, y luego acudir a nuestro amoroso Señor para implorarle más fuerzas. Él siempre nos daba lo que nos hacía falta.

75. Casi diez años más tarde descubrí mi misión y mi llamamiento. Sucedió cierta vez que vi a un hombre de apariencia extraña comparado con la gente de nuestro pueblo. En aquel tiempo eran pocos los que se aventuraban a alejarse más de ciento cincuenta kilómetros de su hogar. Lo llevé a nuestra misión y con grandes dificultades, recurriendo a todos los dialectos que había aprendido, por fin conseguí comunicarme un poco con él. Me enteré de que venía de un pueblo situado varios cientos de kilómetros más al norte.

76. Durante el mes siguiente pasé bastante tiempo con él, aprendiendo frases en su idioma y averiguando cómo era la gente de su pueblo. Se trataba de un pueblo bastante grande para aquella época, pero tan remoto que él nunca había visto a un extranjero ni había oído hablar de Cristo. Lo habían mandado de viaje para conseguir unas especias que habían llegado al pueblo, intercambiándolas por otros productos.

77. Pasados dos meses, pude enseñarle quién era Jesús, y aceptó a su Salvador como lo haría una criatura. Me quedé embelesado con aquella tribu de gente de una sencillez fascinante.

78. Le pedí que me enseñara algo más de su idioma, para que yo fuera capaz de dar un mensaje sencillo sobre la salvación y para traducir un himno que toda la vida había sido mi favorito. Es uno que ustedes conocen, Al nombre de Jesús gloria dad. Juntos adaptamos la letra.

79. Por fin, luego de casi seis meses, llegó el momento de que regresara a su pueblo. Yo ya había decidido acompañarlo. No sabía lo que me esperaba, pero los años que había pasado con mi amigo misionero me habían convencido de que aún si moría intentando evangelizar a aquella gente, valdría la pena.

80. Emprendimos la marcha a caballo y en burro, por una trocha que iba de un pueblo a otro y que se abría paso por entre las montañas.

81. (Mamá:) Por si acaso alguno se pregunta si hay caballos en la India, les cuento que sí los hay, y también hay burros, aunque no son tan comunes como los bueyes.

82. El viaje hasta el pueblo tomó tres semanas. Estuvo marcado por las dificultades y por una tragedia que yo no me había esperado.

83. Mi amigo se enfermó una semana después de partir. A medida que pasaban los días, iba empeorando. Yo oré como nunca, pero siguió debilitándose, hasta que una noche tuve una visión en que los ángeles se lo llevaban hacia arriba, y por la mañana había fallecido.

84. Aquella tremenda pérdida hizo que mi fe se tambaleara por un tiempo. ¿Cómo iba a seguir adelante? ¿Estaba Dios enojado conmigo? ¿Había cometido yo un error al emprender el viaje? Sin embargo‚ cada vez que oraba‚ sentía Su consuelo, y resonaba en mi corazón Su voz que me decía que aquello había sido necesario a fin de que se cumpliera Su plan con relación a aquella gente.

85. De modo que seguí adelante con el cargamento de especias y con dos hombres que habían acompañado a mi difunto amigo. Ellos aún no conocían a Cristo, y me preocupaba que fueran a abandonarme. Pero habían visto el lazo de amistad que existía entre nosotros y decidieron continuar conmigo.

86. Cuando por fin llegamos a las proximidades del pueblo, yo no tenía ni idea de cómo explicar mi presencia ni la muerte de mi amigo. Me sentí como Moisés frente al Mar Rojo, cuando tuvo que dar el paso de seguir las instrucciones de su Señor a pesar de que parecían absurdas. Cuando oré, sentí Su voz suave y apacible que me decía que dejara atrás los burros y a los hombres y que me adentrara en el campo que había frente a nosotros sin llevar otra cosa que mi violín.

87. Se trataba de un gran paso de fe que me parecía probable que acabara de forma desastrosa. Era irracional, no tenía sentido. Pero desde que había conocido a Jesús, prácticamente no había hecho otra cosa que seguirlo a ciegas, por lo que sabía que podía tener la certeza de que, aun si moría, de alguna manera eso sería conforme a Su plan.

88. Cuando me metí en el campo, me di cuenta de que había hombres escondidos entre las sombras de los árboles, y me pregunté si no me caería encima en cualquier momento una flecha o una lanza. Me planté en medio del campo y me quedé esperando. Cuando miré a mi alrededor, vi que se me acercaban hombres de todas direcciones. Era obvio que desconfiaban de mí y me tenían miedo. Las lanzas que sostenían‚ listas para atacar, vaticinaban cuál iba a ser casi con toda seguridad mi suerte. Se me acercaron más‚ hasta quedar a pocos metros de mí y dejarme encerrado en un círculo de lanzas.

89. Cuando el Señor me lo indicó‚ abrí lentamente el estuche del violín y saqué el arma con que esperaba no solo prevalecer sobre las lanzas que me apuntaban, sino también conquistar el corazón de aquellos hombres. Comencé a tocar la única canción que sabía en su idioma y a cantársela a mi Señor. Cerré los ojos y visualicé a quien me había llevado hasta aquel lugar; y al terminar la canción, los volví a abrir y me encontré con algo que jamás olvidaré. En lugar de lanzas, vi rostros sonrientes por los que corrían las lágrimas. Enseguida me llevaron al pueblo, junto con las especias y los otros hombres.

90. Los padres de mi amigo me abrieron las puertas de su hogar, y tras muchos meses de aprender y de darles a conocer el amor de Cristo, me adoptaron como hijo suyo.

91. Transmití a la gente de aquel pueblo todo lo que había asimilado en mis años de formación. Me quedaba poco tiempo. Dos años más tarde la rigurosa vida que había tenido el privilegio de vivir para mi Jesús llegó a su fin, y se me concedió licencia para venir al Cielo.

92. Aunque me había criado en la India, y mi cuerpo era más fuerte que el de muchos que venían de Inglaterra, los drásticos cambios de clima de las montañas del norte y las enfermedades locales afectaron mi salud, como les sucedió a muchos otros que en aquella época se aventuraron a internarse en aquellas regiones para llevar a sus habitantes el mensaje de Jesús.

93. Aquel sacrificio era parte de mi llamado. Uno sabía que probablemente viviría menos; pero los premios, las almas que había que ganar, hacían que valiera la pena. No fue una sola enfermedad, sino varias las que fueron debilitando mi organismo, hasta que ya no pude seguir. Era algo que les sucedía a muchos entonces y que incluso hoy en día les sucede a muchos que se aventuran por lugares difíciles y se enfrentan a los mismos riesgos que yo; pero lo hacen con valentía, contentos de cumplir su misión.

94. (Mamá:) ¿No te parece muy similar a lo que hacen tantos de nuestros hermanos en ciertos lugares que siguen siendo muy difíciles? Para los miembros de nuestra Familia no es fácil estar en muchos sitios a los que los envía el Señor. Se topan con multitud de dificultades y obstáculos que deben vencer; pero son personas muy valientes y audaces, a las que mueve el mismo amor apasionado que impulsaba a Edward Scott. Tenemos el mismo Jesús y sentimos el mismo amor por Él, y esa pasión llena nuestro corazón y nos estimula a comunicar Su amor a la gente del mundo.

95. Esa es nuestra misión, nuestro destino. Para eso nos puso Jesús en esta Tierra y para eso nos preparó en el Cielo. Gracias, Jesús‚ que podemos sentirnos tan identificados con los misioneros que a lo largo de la Historia sintieron el mismo amor que nosotros, muchos de los cuales ahora nos ayudan a realizar nuestra labor.

96. Edward continúa:

97. Para entonces yo ya había concluido mi tarea, y la mayor parte de los habitantes del pueblo conocían a su Salvador. Me había esforzado mucho por aprender su lengua y por traducirles porciones de la Biblia al tiempo que se las enseñaba. Había trabajado duro para enseñarles cómo se conducía la iglesia primitiva, que incorporó la fe a su modo de vida. Y aquellos hombres fieles transmitieron su fe a muchas otras personas de su región. Dentro del plan general, mi aportación no fue muy importante; pero las pequeñas contribuciones de unos y otros hacen que el todo del Reino de Dios venga a la Tierra.

98. (Mamá:) Gracias, tierno Amado. Gracias por un hombre tan valioso que, ya de jovencito, se consagró a Ti y te dijo: «Señor, haré lo que me pidas, cueste lo que cueste‚ para llevar Tu amor a los perdidos. Lo entregaré todo por Ti, Señor: mis deseos personales, mis estudios‚ mis sueños, hasta mi vida. Al fin y al cabo, Tú diste por mí mucho más que eso».

99. Gracias, Señor, por el ejemplo que nos da este joven, y gracias, dulce Amor, porque mediante el maravilloso don de profecía que nos has concedido hemos tenido el privilegio de escuchar su relato que tanto nos ha inspirado.

100. Gracias por Tu invencible arma de la alabanza, de la que él se sirvió para conquistar a aquellos salvajes, conmoverlos y dar inicio a una amistad que condujo a la salvación de muchas almas.

101. Creo que el testimonio de nuestro querido Edward Scott es un magnífico ejemplo de la estrecha relación que existe entre descansar en el Señor y alabarlo. Debió de aprender a reposar en Jesús durante los años que trabajó con aquel misionero. Es evidente que no descansó mucho físicamente: el trabajo era durísimo, como él mismo explica. Sin embargo‚ lo que lo ayudó a lograrlo, a sacrificarse durante tantos años, fue que aprendió a reposar en el Señor. Mantuvo el ánimo en alto y alabó al Señor en medio de dificultades que nosotros consideraríamos casi inconcebibles. He ahí el fruto de descansar en Jesús.

102. Meditar en Jesús y aprender a hacer pausas y a calmarnos en Su presencia, independientemente de las circunstancias en que nos encontremos, pase lo que pase a nuestro alrededor, es lo que nos faculta para alabarlo, aun cuando nos enfrentemos a situaciones aparentemente imposibles. Los frutos de la alabanza tienen raíces que han aprendido a descansar en Jesús.

103. Veamos otro ejemplo de cómo describieron el reposo en el Señor personas que ya pasaron a mejor vida:

Hay una calma que conoce quien confía‚

que aplaca penas y melancolías.

Hay una paz que invade el interior

cuando el temporal ruge alrededor.

Hay una luz que brilla bella y pura

cuando el peligro acecha en la hora oscura.

Con fe, alabanza y ruego uno se calma.

La paz aun en la tempestad se alcanza.

Y esa luz, del Cielo mismo emana.

104. También se podría decir: «La paz aun en la tempestad persiste. Y esa luz, del Cielo mismo emana».

105. Habla de la tempestad. Muchos de estos autores hablan de tormentas en alta mar y tempestades, supongo yo que porque muchos de ellos vivían en Inglaterra, una nación de navegantes, y las tormentas y borrascas naturales les hacían pensar en las tormentas y borrascas del espíritu.

106. Una persona cuya ancla se mantuvo firme a pesar de todas las tribulaciones que casi la hundieron, del sufrimiento que soportó y de las tormentas que amenazaron con extinguir su luz, fue Fanny Crosby. Creo que todos están familiarizados con su biografía y saben que fue una poetisa norteamericana que se quedó ciega cuando tenía seis semanas de vida debido a un tratamiento médico erróneo. A menudo se la ha llamado la reina de los compositores de música gospel. Antes de irse con el Señor a los noventa y cinco años, el 12 de febrero de 1915 (cuatro años antes de que naciera Papá), compuso más de ocho mil himnos evangélicos. Millones de personas se han conmovido con la belleza de las palabras que fluían de su pluma.

107. Fanny tenía todas las excusas del mundo para darse por vencida. Pero en lugar de abandonar, sencillamente decidió tratar de verle el lado bueno a cada situación, paso a paso y día a día, y descubrió que podía vivir contenta. Mira lo que dice:

108. ¿Quieren que les cuente qué fue lo que determinó que mi vida se desarrollara como se desarrolló? En realidad es sencillo: Que pasaba mucho tiempo conversando con Jesús. Y Él a menudo me recordaba que todos los problemas y las dificultades con que me topaba eran para un bien mayor, y que si me proponía descubrir en cada situación ese bien mayor, lo lograría.

109. Algunos piensan que contentarse es lo mismo que resignarse, pero están totalmente equivocados. Contentarse es alcanzar esa felicidad que procede de la plena confianza en Jesús. Es estar agradecido y en paz con las dificultades y los sucesos adversos que a uno le toca afrontar en la vida, sabiendo que son parte del proceso que le dará acceso a las recompensas y bendiciones de las que ha decidido hacerse acreedor. Es como lo que hace un corredor que se ha propuesto llegar a ser campeón y que, como tiene puestos los ojos en el galardón, entrena con gusto y se esfuerza hasta el límite.

110. Me considero una persona que gozó de muchísimas bendiciones. Tuve mis momentos difíciles, y me tomó un tiempo descubrir mi mayor llamamiento, que fue recibir todos aquellos himnos. Eran como profecías. Me llegaban en respuesta a necesidades específicas, y portaban el espíritu que solo tienen las palabras que provienen del corazón de Jesús. Ese fue mi emocionante llamamiento, y se parecía bastante al de ustedes en la Familia: transmitir a los perdidos las palabras del Cielo de esa manera particular de ustedes. Dejen que las palabras de Jesús broten de sus corazones y bañen a los demás, y conocerán lo que significa contentarse en el sentido más glorioso de la palabra.

111. (Mamá:) Fanny escribió una canción llamada Todo bien saldrá que trata de la oración. Y la escogí de entre muchas canciones suyas que habría podido elegir porque estamos hablando de descansar en el Señor. Y si vamos a reposar en el Señor, apoyarnos en Él, reconocerlo en todos nuestros caminos, acercarnos a Él y cargar todo nuestro peso sobre Él, por supuesto vamos a dedicarnos a orar, vamos a entregárselo todo en oración‚ y probablemente hablaremos con Él mucho más que con cualquier otra persona.

112. Sucede que a veces‚ cuando oramos por algo en particular y no recibimos enseguida las respuestas que solicitamos, comenzamos a desanimarnos. Es que el Señor nos ha bendecido tanto en la Familia a lo largo de los años con respuestas inmediatas a nuestras oraciones. Oramos por los hermanos de nuestro Hogar y sus dolencias, o para que se produzcan los milagros que necesitan, o para encontrar la casa que nos hace falta, o por la testificación que tenemos que hacer, por muchas cosas, y francamente nuestras oraciones no tardan mucho en ser respondidas. Estamos acostumbrados a que sea así.

113. Creo que hasta cierto punto la razón por la que recibimos tan prontas respuestas a nuestras oraciones en la mayoría de los casos es que, bueno, por una parte es una de las maneras en que el Señor nos bendice por nuestra sumisión y el hecho de que estamos realizando Su obra, y se trata de auténticas necesidades, de respuestas que nos hacen falta enseguida por el bien de Su obra. Pero Él también puede responder con más celeridad a nuestras oraciones porque cumplimos Su voluntad y nos sometemos a Él. No le toma tanto trabajo disponer adecuadamente todas las bolas, porque nos dejamos colocar fácilmente en el sitio que corresponda.

114. Sin embargo, cuando oramos por gente del mundo‚ o por situaciones que se dan en el mundo, ahí sí que la cosa toma un poco más de tiempo, porque las respuestas a las oraciones dependen en gran medida de las decisiones que toman las personas y de la voluntad de esas personas. Si son tercas o insumisas‚ a menudo las oraciones que elevamos por ellas demoran más en ser respondidas. Cuando oramos‚ por ejemplo, por nuestros hijos que no están en la Familia, en algunos casos las respuestas tardan en llegar. No obtenemos las respuestas inmediatas a las que tan acostumbrados estamos dentro de la Familia.

115. En fin, aquí van unas palabras de aliento de Fanny Crosby acerca de orar y continuar orando aunque no recibamos una respuesta inmediata.

Tú sigue orando con tesón

en medio del pesar.

Valiente sé, confía en Él,

que no te dejará.

Recuerda cómo te auxilió

en toda adversidad.

Si a tu oración no respondió,

a Su tiempo lo hará.

Y todo bien, y todo bien,

y todo bien saldrá.

Tú sigue orando con tesón,

y todo bien saldrá.

(Mamá canta:)

Y todo bien, y todo bien,

y todo bien saldrá.

Tú sigue orando con tesón

y todo bien saldrá.

Y todo bien, y todo bien,

y todo bien saldrá.

Tú sigue orando con tesón

y todo bien saldrá.

116. Ahora cántala conmigo:

Y todo bien, y todo bien‚

y todo bien saldrá.

Tú sigue orando con tesón

y todo bien saldrá.

117. ¡Aleluya! Y sigue así:

Tú sigue orando sin cesar

aun en la tribulación.

Si perseveras, vencerás.

Verás tu fe en acción.

Lo que anhela tu corazón

Él te concederá.

¿Puedes creer? Confía, pues,

y todo bien saldrá.

(Canta:)

Y todo bien, y todo bien,

y todo bien saldrá.

Tú sigue orando con tesón

y todo bien saldrá.

118. Alabado sea el Señor. Huy, falta una estrofa. Aquí está:

Tú sigue orando sin cejar

y has de prevalecer.

«Recibiréis lo que pedís».

Promesa siempre fiel.

Aférrate a la roca, pues‚

y así no caerás.

Muy pronto brillará el sol

y todo bien saldrá.

119. Acompáñame otra vez:

(Canta:)

Y todo bien, y todo bien,

y todo bien saldrá.

Tú sigue orando con tesón

y todo bien saldrá.

120. «"Recibiréis lo que pedís". Promesa siempre fiel». Es la oración de intercesión, una parte importantísima de nuestra vida, fundamental para poder descansar en el Señor. Porque para reposar plenamente en el Señor, tenemos que haberle dado a conocer nuestras peticiones y haberlas dejado en Sus manos. Por eso podemos descansar. Por eso podemos tener un espíritu apacible y la tranquilidad de que todo se arreglará, de que todo bien saldrá. Dicho de otro modo, Dios se encargará de todo. ¿Para qué preocuparse?

121. Eso me recuerda una cancioncilla que me gustaba mucho cantar de niña. Se titula Orar es mejor.

(Canta:)

Orar es mucho mejor

que tanta preocupación.

No dudes como Tomás.

Descansa en Dios y verás

que en vez de preocuparse tanto

orar es mejor.

122. En muchas ocasiones me han venido a la memoria esos estribillos. El Señor se vale de ellos para enseñarnos principios importantes en el momento preciso.

123. Hay otro tipo de oración que nuestro Esposo nos está enseñando a practicar: la meditación. Es una oración que se hace en silencio y consiste simplemente en fijar los ojos en Su rostro y decirle: «Jesús‚ te deseo. Estoy a Tu disposición. Te adoro. Te necesito». Es como abrir suavemente una puerta y hacerse presente ante Dios‚ escuchar Su voz tierna y apacible en nuestro corazón y dejar que nos ame sin pronunciar palabra o que nos dirija palabras de amor.

124. Un amigo muy querido, por cierto mucho menor que yo, escribió algo que describe de manera muy hermosa este tipo de oración, este tipo de comunicación.

A veces me dan ganas de sentarme aquí en silencio y estar contigo.

Tú ya lo sabes todo,

lo comprendes todo.

No tengo que preocuparme de comunicarme bien, no necesito decir nada;

Tú me aceptas tal como soy.

Ves mis pensamientos a medida que van tomando forma y danzan,

ideas que con palabras jamás se podrían expresar cabalmente.

Tú podrías verbalizar a la perfección cada uno de Tus pensamientos,

y sin embargo a veces también escoges guardar silencio.

Es genial estar juntos

sin tener que decir nada

porque ambos lo sentimos, lo percibimos, lo sabemos.

125. Jesús te dice: «Descansa en Mí y deja que Mi Espíritu te bañe, así como las olas besan la arena, limpiándola y renovándola. Deja que se lleve todos tus problemas. Invoca las llaves del descanso y entra en Mi reposo. Camina descalzo junto al mar de Mi Espíritu‚ empapándote de su paz y su quietud».

126. (Mamá:) ¡Qué bonita imagen de lo que es estar a solas con el Señor, concentrado en Él, sin ningún plan definido‚ simplemente pensando en Él, en Su hermosura y Su grandeza!

127. A continuación tengo otro llamado a esperar en el Señor, a descansar en Él, a pensar en Él, a aprender a conocer Su corazón en la quietud y el silencio de ese estado de meditación en Él que quiere que practiquemos.

Espera, alma mía, en Dios;

Él es tu vida y tu fuerza.

Levanta vuelo, corazón mío,

remóntate en la hora adversa.

Pues sólo te renovarás

en la celeste esfera,

para cruzar después el valle

con confianza plena.

Espera, alma mía, en Dios‚

y en alas de la fe

elévate, y coronarás

la cima otra vez.

Entre cantos de alegría,

en la sagrada altura

cobrarás valor para andar

por la llanura oscura.

¿A tientas pretendes seguir

en plena oscuridad?

Mejor espera en el Señor,

que el paso te abrirá.

Y a tu llegada escucharás

un himno arrollador,

voz de la victoria al fin,

del bando triunfador.

Espera, pues, en el Señor

hasta el amanecer.

Remóntate sobre las nubes,

ten comunión con Él.

Allí para hacer tu tarea

Él te preparará,

y con tus fuerzas renovadas

no desmayarás más.

128. Es interesante, ¿no te parece?, que el Señor hable aquí de prepararte para la tarea mientras esperas en Sus brazos en quietud y silencio. Fíjate, dice: «Espera, pues, en el Señor hasta el amanecer. Remóntate sobre las nubes, ten comunión con Él. Allí para hacer tu tarea Él te preparará».

129. La formación espiritual más importante es la que recibimos en esos ratos de tranquila comunión con Él. Es una comunión apacible y calmada‚ no apresurada, acelerada o inquieta, y no va acompañada de estrés, presiones o gran esfuerzo. Para todos debería ser una gran alegría entender que si tan solo esperamos, si tan solo le abrimos nuestro corazón y nuestra mente a Jesús‚ si nos mostramos receptivos a cualquier cosa que desee transmitirnos —por medio de Su Palabra escrita, por medio de Su Palabra en profecías, en nuestros ratos de meditación o cuando sea que le dediquemos tiempo—, Él puede impartirnos la formación precisa para ayudarnos a llevar a cabo las tareas que nos ha encomendado.

130. Si tantos poetas y compositores escribieron sobre el mismo tema es porque esa comunión íntima con el Señor no sólo es algo que Él nos está enseñando a nosotros‚ sino algo que ha pedido a todos Sus hijos a lo largo de la Historia. Y para comulgar íntimamente con Él es necesario que esperemos‚ que nos quedemos quietos, que nos calmemos y le dediquemos tiempo.

131. Si vamos a quedarnos quietos y dedicarle ese tiempo, tiempo para confiar, para bajar las revoluciones, para detenernos y decirle a Jesús que lo amamos; si vamos a aprender a movernos en sincronía con Él; si vamos a aprender a ser pacientes, tiene que ser en los ratos que pasemos a solas con Él, cuando dejemos atrás todo lo demás, nos alejemos de las distracciones y entremos en esa «celeste esfera», como la llamó el autor, subamos a la «sagrada altura» y simplemente meditemos en Él, en Su formidable poder y en Su habilidad para hacer todo lo que nosotros no podemos hacer.

132. Meditar en Jesús incluye alabanza. Aprendemos lo que es Su majestad cuando lo alabamos, y lo que es Su poder cuando nos conectamos espiritualmente con Él. La alabanza es uno de esos elementos que nos eleva hacia Su presencia, que nos conecta con Él, que nos coloca enteramente bajo Su protección y Su bendición, bajo Su ungimiento, en una posición en que sentimos Su amor y vemos más fácilmente las cosas desde Su perspectiva. Es una ley del Espíritu, ni más ni menos.

133. Algunos de estos conceptos no tienen sentido racionalmente; hay que creerlos porque Jesús dice que así son las cosas. Y cuando creemos, nos es concedido que los comprendamos y veamos su manifestación.

134. La alabanza es la voz de la fe. La alabanza ahuyenta al Enemigo. La alabanza eleva nuestro espíritu. La alabanza nos ayuda a tener un espíritu humilde, pues nos recuerda que el único capaz de resolver y solucionar las cosas es el Señor. Es una de las armas espirituales que Él nos ha dado, una que derrota sin falta al Enemigo y siempre nos acerca al Señor. Da resultado, así de simple. Por eso es tan importante comenzar con alabanza nuestros ratos tranquilos con el Señor.

135. Aquí hay otra canción que contiene hermosas palabras de alabanza a nuestro Esposo. Te la cantaré para ver si te la aprendes.

Vamos a coronar por la eternidad

al Rey de reyes, Emanuel, que en Su trono está.

Despierta, mi alma, ya y entona una canción

para alabar y honrar al Rey con gran celebración.

Vamos a coronar a quien la cruz sufrió.

Su gloria es sin igual y junto al Padre se sentó.

Los ángeles lo ven, lo aclaman Rey de paz

y reverentes voces dan al ver Su majestad.

Vamos a coronar a Cristo Salvador,

que de Su trono eterno hoy Su Espíritu nos dio.

Te adoro, mi Señor‚ que moriste por mí.

Que nunca cese de alabar y darte gloria a Ti.

136. ¡Aleluya! Uno siente que el autor por lo menos logró describir con palabras mejor que muchos otros la magnificencia de Dios. Coronémoslo cada día en nuestro corazón y nuestra vida.

137. Nuestro magnífico Rey, por amor a nosotros, Sus hijos, nos ha concedido uno de los mayores poderes que hay: el de la oración, para que podamos mover Su mano que mueve el mundo con arreglo a nuestras oraciones. Escucha lo que dice al respecto otro autor.

Hay un ojo siempre abierto

en lo oscuro de la noche;

un oído siempre atento

cuando el astro rey se esconde.

Hay un brazo que nunca se cansa

cuando las fuerzas nos abandonan;

un amor que nunca nos falta

cuando el amor humano se agota.

Ese ojo ve escenas sublimes,

ese brazo sostiene los cielos,

ese oído escucha a los serafines

y ese amor colma todo anhelo.

Hay un poder a nuestra disposición,

cuando el esfuerzo terrenal es en vano,

para valernos de ese ojo‚ ese brazo, ese amor

y ese oído sobrehumanos.

Ese poder que hasta el trono asciende

pasando por Jesús es la oración,

que mueve la mano que el mundo mueve

para traernos salvación.

138. No solo salvación para el pecador, sino en cualquier situación que requiera un milagro, una liberación‚ una victoria.

139. Voy a leerte una oración que hizo una de nuestras queridas hermanas para pedirle al Señor que la ayudara a emplear el poder de la oración‚ ese poder que mueve la mano que mueve el mundo, en lugar de tratar de resolver las cosas con sus propias fuerzas.

140. Enséñame a orar, Señor.

141. Enséñame a esperar en Ti y dejarte obrar. Muéstrame el valor de Tu poder para intervenir en comparación con mi habilidad para complicar las cosas. Permíteme conectarme a Tu fuente eterna de energía y darme cuenta cuando estoy funcionando con mis minúsculas pilas. Haz que sea útil en el contexto de Tu plan mostrándome que no me corresponde a mí tratar de arreglarlo todo, sino más bien poner las cosas en Tus manos para que Tú las compongas.

142. Enséñame a colocar mis cargas a Tus pies, una por una, y dejarlas ahí. Instrúyeme en el arte de acceder al universo de poder que tengo a mi disposición si tan solo me tomo el trabajo de orar. Ayúdame a proceder despacio y esperar, para darte tiempo de concederme las respuestas que te he solicitado. Ayúdame a depender cada vez más de la oración como mi defensa, mi seguro, mi descanso, mi alegría, mi tarea.

143. Enséñame a orar, Señor, para que de veras deje huella en el mundo. Pues algunos confían en su intelecto y en sus propias fuerzas‚ otros trabajan con las manos y aspiran a hacerse grandes, pero yo dependeré de Ti, mi Señor y mi Dios, y a raíz de mis oraciones cambiarás el curso de la Historia.

144. (Mamá:) En esa oración que acabamos de hacer le pedimos al Señor que nos ayudara a poner en práctica el poder de la oración en lugar de seguir haciendo las cosas con nuestras propias fuerzas. Ese es el primer paso: tenemos que decidirnos, tenemos que tomar la resolución de depender del poder de la oración en lugar de hacer las cosas a nuestra manera y tratar de arreglarlas por nuestra cuenta. El siguiente paso es confiar en que eso va a resultar. Tenemos que llevarle nuestras cargas al Señor y dejarlas a Sus pies.

145. La oración ejercita nuestra fe, ¿no es cierto? Pero en tanto que continuemos alabando y agradeciéndole a Jesús las respuestas por fe‚ no tenemos que preocuparnos más. Y si invocamos las llaves de la alabanza‚ no estaremos escuchando al Diablo ni nos dejaremos llevar por pensamientos negativos. Nuestra mente estará tan ocupada pensando en el Señor‚ en Su Palabra y en Sus promesas que tendremos la certeza de que nunca nos va a fallar.

146. Si le dejamos nuestras cargas, lo alabamos y seguimos adelante contando con las respuestas, teniendo la certeza, la seguridad de que nos responderá, tendremos el gozo del Señor, y todo el estrés y la presión desaparecerán de nuestra vida.

147. El gozo del Señor es la fortaleza de Su pueblo. Y eso es justamente lo que los demás esperan ver en nosotros: ¿Somos felices y alegres? De lo contrario, no les interesa lo que ofrecemos. ¿Por qué habrían de quererlo? No tiene sentido tratar de convencerlos de que les conviene aceptar a Jesús, porque si Él no nos hace felices, desde luego no quieren saber nada. Al fin y al cabo‚ lo que la gente busca en la vida es la felicidad. Eso es lo que considera más importante.

148. Así que debemos buscar con toda diligencia el gozo del Señor. No solo lo necesitamos para causar buena impresión; también porque es nuestra fortaleza. Y descansar en el Señor, echar sobre Él nuestras cargas y concederle el primer lugar en nuestra vida y en nuestro horario nos proporcionará ese gozo.

149. Tengo algo que me gusta mucho y que quiero leerte acerca del gozo del Señor.

El gozo del Señor es la fuerza de Su pueblo‚

el sol que ahuyenta nubes de tristeza y de dolor,

el manantial que brota en el desierto de sus penas,

lo inunda de alegría y da vida a la flor.

El gozo del Señor nos da fuerza en la batalla

y a cada ardua tarea da un toque celestial.

Suaviza el duro lecho del obrero cansado

y acompaña al viajero con canto angelical.

El gozo del Señor nos auxilia en esta vida,

recoge los añicos de nuestro corazón.

Se alegra aunque la higuera no dé fruto en el verano

y canta aun por la noche, como el ruiseñor.

150. Y éste es el estribillo. Primero lo cantaré una vez yo sola, y luego quizá puedes intentar cantar conmigo.

El gozo del Señor es la fuerza de mi vida.

Ya no tengo por qué llorar.

Por Él canta mi alma‚ por Él soy feliz,

feliz por la eternidad.

151. ¡Otra vez!

El gozo del Señor es la fuerza de mi vida.

Ya no tengo por qué llorar.

Por Él canta mi alma, por Él soy feliz,

feliz por la eternidad.

El gozo del Señor es la fuerza de mi vida.

Ya no tengo por qué llorar.

Por Él canta mi alma‚ por Él soy feliz,

feliz por la eternidad.

152. Es una gran pena que tantos cristianos se pierdan ese gozo, que es una de las fuentes principales de fortaleza. Muchos se comportan como si para tener una relación estrecha con el Señor hubiera que evitar la alegría y la felicidad, cuando eso es justamente lo que nos faculta para ser Sus discípulos. Espero que mantengamos siempre vivo Su gozo en nuestra vida y nuestros Hogares.

153. ¿Qué sucede cuando no reducimos la marcha? ¿Qué ocurre cuando no descansamos en el Señor? Que perdemos ese gozo‚ ¿no es cierto? Uno no la pasa bien cuando anda a mil por hora, preocupado y alterado, y no le encomienda las cosas al Señor, no le pide soluciones, ni le pregunta Su opinión. Y entonces lo que sucede es que la vida se convierte en una tremenda carga, pesadísima físicamente‚ y espiritualmente agotadora. Y lo que es peor, ¿qué otra cosa sucede? ¿Cómo crees que se siente Jesús al ver eso?

154. Tómate un momento para pensarlo.

155. Voy a leerte algo que describe cómo se siente Él cuando perdemos nuestra alegría y nos echamos encima las cargas que debería llevar Él.

156. Es un poema escrito por una mística francesa muy famosa llamada madame Guyon. Tenía una relación tan apasionada con su Salvador que‚ cuando se negó a dejar de hablar de ella, fue recluida en la Bastilla, la peor de las cárceles francesas. Pero eso sólo sirvió para intensificar su pasión por su Esposo, y cuando por fin la liberaron, siguió hablando de ese amor, de palabra y en sus escritos. Él veló por ella todos esos años que estuvo presa, la sostuvo en Sus brazos y la amó, y la relación que tenían se fortaleció y consolidó. Aunque en el aspecto físico ella lo pasó muy mal, espiritualmente fue una época estimulante a más no poder, emocionante.

157. En fin, hace poco nos dio el siguiente poema. Describe cómo se siente Jesús cuando decae nuestro gozo, cuando las tensiones y el estrés se vuelven insoportables porque tratamos de hacer las cosas con nuestras propias fuerzas.

Paré a descansar

al final de la jornada,

rendida y sin fuerzas,

desanimada.

Tras mucho bregar

terminaba el día;

mas al mirarte a los ojos

percibí melancolía.

«¿Estás triste por culpa mía?»

Totalmente agotada

a mi Rey acudí.

Esperando un «bien hecho»

a Su trono fui.

Casi arrastrándome,

le entregué mis despojos;

mas percibí pena

otra vez en Sus ojos.

Pregunté: «¿Dejé algo sin hacer, Señor Mío?»

«Pensé que mis labores

te agradarían,

lo que a Tus pies pongo

al final de este día.

¿En qué, Señor mío,

no te he complacido?

¿Acaso he pecado

o en algo he incumplido?

¿A qué se debe esta vez Tu dolor?»

Me dijo: «Amada mía,

lo que Yo más deseo

no son sacrificios

ni tanto ajetreo‚

sino las atenciones

de una tierna esposa

que acude a Mis brazos

y se entrega gustosa.

No quiero un manojo de obras».

Exclamé desolada:

«¡Qué necia he sido!

Tanto trabajo

y no lo he complacido,

sino que lo he acongojado.

Y ¿cómo podré

recuperar Su amor?

Me faltan las fuerzas».

Y le dije al Señor:

«Perdóname por haberte fallado».

Él me respondió:

«Olvida tu pena

y acércate a Mí.

Aún eres Mi esposa,

Yo te escogí.

Anhelo tus caricias,

nada más que tu amor,

no solo una parte,

no una porción.

Así me complacerás».

Ahora a Su lado

acudo al atardecer.

Ya no me desvivo

con tanto quehacer.

El esfuerzo es Suyo,

trabajamos juntos,

y al final del día

dejamos los asuntos.

Una intensa alegría

percibo en Su mirar,

y mi alma se goza

cuando le oigo exclamar:

«Te amo, Mi reina, Mi esposa».

158. ¿Te identificas con este poema? ¿Te ha pasado eso alguna vez? A mí sí. Y me duele mucho haberle causado pena a mi Marido. Jesús me quería solo a Mí; no le interesaban las pantuflas. Quería estrecharme a mí, Su esposa, entre Sus brazos.

159. No nos vendría mal repasar con frecuencia esas líneas, orando fervorosamente para que cuando nos presentemos ante Él al final del día, o al final de nuestra vida‚ no tenga que mirarnos con tristeza, sino que por el contrario pueda decirnos: «Me enorgullezco de ti‚ Esposa mía».

160. Y ahora tengo una oración de una escritora de fines del siglo xix que no quería ver en los ojos de nuestro Marido esa tristeza de la que acabamos de hablar. Tenía claro que si descansaba en el Señor y se apoyaba en Él, si le entregaba sus cargas y esperaba en Él, cuando se retirara del templo tendría las fuerzas para realizar Su obra; y lo haría con alegría, sin presiones ni estrés, sin quedar exhausta, sin excesivo desgaste.

161. Se llamaba Frances Havergal. Y una de las razones por las que me impresionó es que dijo que no había escrito una sola línea sin elevar una oración, y la verdad es que escribió muchísimas líneas a lo largo de su vida.

162. Esto es lo que dijo: «Estoy convencida de que mi Rey me inspira un pensamiento y me susurra al oído una o dos frases musicales; y yo levanto la mirada, le doy las gracias encantada y sigo adelante. Así es como me vienen los himnos que escribo. Para mí, componer es orar. ¿Has visto cómo los niños levantan la cabeza después de cada frase y preguntan: "¿Ahora qué digo?" Pues es lo mismo que hago yo. En cada línea le pido no solo que me dé ideas y fuerzas, sino que me dicte cada palabra, hasta las mismísimas rimas».

163. Se parece a lo que Jesús nos ha estado pidiendo que hagamos, sólo que en este caso se aplica especialmente a nuestros músicos. Tal vez pensabas que se trataba de un concepto novedoso, pero ya ves que en otras épocas también hubo músicos que recibieron canciones hermosísimas y poderosas directamente del Señor, palabra por palabra. Estoy convencida de que muchos de los grandes compositores trabajaban así.

164. La misión de Frances Havergal era cantar y trabajar para el Señor, y compuso muchas canciones. Tengo aquí la letra de una. Es una oración que sin duda nosotros también podemos hacer. Algunos de estos hombres y mujeres fueron realmente dignos de imitar, ¿no te parece?

Si me hablas, yo transmitiré

lo que oigan mis oídos,

y como Tú yo buscaré

también a los perdidos.

165. Aquí nuevamente se percibe, en las palabras de esta señora, esa pasión por conducir a otros a Jesús que tenían tantos cristianos de antaño.

Si Tú me guías, yo guiaré

a las almas errantes,

y del maná que Tú me des

daré al caminante.

Oh, dame fuerzas para que

desde la Roca pueda

tender la mano a quien esté

perdido en la tormenta.

Instrúyeme con claridad,

y yo Tu amor enseñaré.

Si a mis palabras alas das,

muchos te habrán de conocer.

Oh, dame esa dulce paz

que solo Tú ofreces

para que pueda consolar

a los que desfallecen.

Oh‚ lléname hasta rebosar

de gracia y de Tu gran poder.

Así de anunciar Tu verdad

nunca jamás me cansaré.

Oh, sírvete, Señor, de mí

en donde y cuando quieras

hasta que llegue al Cielo al fin

y esté en Tu presencia.

166. Esto lo abarca todo, ¿no te parece? Es lo que deseamos que haga el Señor con nosotros, nuestra ferviente oración: que se sirva de nosotros, que hable por intermedio de nosotros, que nos apaciente para que podamos apacentar a otros, que nos dé fuerzas para que podamos fortalecer a otros, que nos instruya para que podamos enseñar a otros. Y para poder hacer eso‚ naturalmente, tenemos que acudir a Él una y otra vez para que nos llene y nos fortalezca, porque si estamos vacíos no podemos hacerlo. Nos hace falta renovarnos en el templo.

167. Tengo aquí un poema que escribió alguien de la Familia después de leer la Carta Entra en el templo. A tus ratos en el templo los puedes llamar como quieras, con cualquier término que para ti sea significativo: audiencias con el Rey, viajes por la esfera celeste, ratos con tu Esposo‚ tomas de contacto, sesiones de renovación o de restablecimiento‚ visitas al cofre de los tesoros, cualquier nombre que para ti sea representativo. Pueden ser tus momentos de sosiego, tus paradas en la cumbre, tus descansos con Jesús o tus ejercicios para deshacerte del estrés.

Tu presencia está para cubrirme;

el aliento de Tu Espíritu, para consolarme;

Tu cuerpo, para amarme;

Tus susurros, para bañarme en tranquilidad.

Mas a menudo me esfuerzo y me canso batallando,

me agoto y solo me siento

porque descuido el sencillo y maravilloso principio

de hacer pausas en el templo.

Oh, restaura mi espíritu con un solo soplo,

despéjame la cabeza con un solo arpegio

de música celeste y exótica

que se lleve todos mis pensamientos.

Ven y resuelve todos los problemas con una sola mirada.

Haz que todo valga la pena.

Ven, haz llover Tu fragancia sobre mí

y acúname con Tu canción.

Pues anhelo oír Tu hermosa música,

deseo admirarme de Tu cielo.

¡Cuánto ansío sentir Tu elixir!

Hasta lo alto de Tu presencia me elevo.

168. Me dan ganas de alabar al Señor otra vez por las maravillas que ha hecho por nosotros, Sus hijos del Fin. Cuando uno pasa un rato con el Señor y centra sus pensamientos en Él, en Su amor, Su Palabra y Su providencia, se siente casi abrumado por lo asombroso y maravilloso que es Él en realidad.

169. A continuación tengo unas palabras muy bellas, una paráfrasis del Salmo 148 de un tal William Kirkpatrick, que vivió entre 1838 y 1921. Le pedí al Señor que me diera una melodía para acompañar estas palabras, porque me parecieron hermosísimas. Y también en esta ocasión me ayudaron nuestros queridos músicos. Eso sí, puede que te resulte bastante complicado aprendértela. Prácticamente la grabamos en una sola toma‚ y cada estrofa la canté de un modo un poco distinto, lo cual no es lo que se suele hacer. Al menos puedes alabar al Señor conmigo mientras canto.

170. Dicho sea de paso, muchos compositores de otras épocas basaron sus composiciones en los Salmos. De hecho, los primeros himnos de la iglesia eran salmos musicalizados, práctica que se prolongó durante muchísimos años. En fin, aquí está:

Canten todos: «Aleluya».

En los cielos, gloria a Dios.

Ángeles entonen himnos

de alabanzas al Creador.

Hónrenlo todas Sus huestes,

las estrellas y el sol,

todos los cuerpos celestes.

Den las nubes su canción.

Que alaben al Dios viviente

que ordenó su creación.

Los estableció por siempre

y Su decreto perduró.

Que hasta la Tierra lo alabe,

cada lago y cada mar,

fuego, nieve y tempestades

que cumplen Su voluntad,

Álamos, pinos y cedros,

montes, ríos y collados,

animales de los bosques‚

aves, bestias y ganado.

Reyes que pisan la tierra,

príncipes y también jueces,

caballeros y doncellas,

ancianos, nenas y nenes.

Canten todos: «Aleluya»‚

pues como Él otro no hay,

ni gloria como la Suya,

ni poder, ni majestad.

171. ¡Aleluya! ¡Gracias, Jesús! ¡Gracias, dulce Amor! ¡Es que me estremece y me transporta en el Espíritu! Sabemos que al alabarte atravesamos Tus puertas y entramos en Tus atrios, y sentimos Tu presencia mediante las alabanzas que te dirigimos. ¡Gracias querido, amado y deseado Esposo! ¡Exaltamos Tu nombre, preciado Rey, Tu gloria, nuestro gran Dios, por encima de la tierra y los cielos!

172. ¿Sabes? Descansar verdaderamente en el Señor e integrar eso en nuestro estilo de vida significa aprender a emplear todas nuestras armas espirituales: el arma invencible de la alabanza, la de la oración de intercesión, la de escuchar al Señor en profecía, la de amar a Jesús íntimamente, la de la meditación, que consiste simplemente en pensar en Jesús y Su gran poder y amor, en lo impresionante que es, y dejar que nos llene con un poquito de Su poder y resplandor.

173. La siguiente escritora, Mary Edgar‚ se valía de esas armas. Me imagino que no las consideraba armas espirituales, pero me consta que se sirvió de ellas en una experiencia personal que tuvo y que te voy a contar.

174. Mary estaba en la flor de la juventud a comienzos del siglo xx. Trabajaba para la Asociación Cristiana Femenina y había aceptado un puesto temporal en una zona muy peligrosa de una gran ciudad. Muchas de las muchachas que iban a ese local procedían de los barrios bajos cercanos, y casi no conocían otra cosa en la vida que lo que ella describió como «las gargantas grises y frías de piedra y mortero que habían sido sus prisiones».

175. La propia Mary nos relata la experiencia:

176. Cierta noche llegó al albergue una muchachita. No quería decirnos cuántos años tenía, aunque no debía de pasar de doce. Tenía el cuerpo todo marcado por las enfermedades y las cicatrices de las palizas que le habían dado. Yo había visto chicas traumatizadas‚ pero aquella era tan jovencita que fue desgarrador. Me pasé muchas horas conversando con ella y haciendo lo que podía por ayudarla.

177. Hablamos de su vida y le pregunté si alguna vez había estado en el campo. Se quedó con la mirada perdida; no podía haber sido más elocuente. Se me partió el alma, porque desde que yo era pequeñita, lo que siempre me había abierto las puertas del Cielo eran las caminatas por el bosque. Los sonidos con que la creación alababa al Rey de reyes elevaban mi espíritu hasta Su trono y se llevaban todas las dificultades y pesares que pretendían hundirme.

178. Me puse a describirle lo maravilloso que era caminar por el bosque y por las montañas: los sonidos, la paz‚ la belleza. Se le llenaron los ojos de lágrimas al enterarse de que existían esos sitios. (Por si acaso alguno se pregunta cómo podía ser eso, les recuerdo que sucedió antes de que se inventara la televisión.)

179. Se le llenaron los ojos de lágrimas al enterarse de que existían esos sitios.

180. «¿Crees que un día podré ver un lugar así?»‚ me preguntó, con un tono que parecía que estuviera hablando de un lugar de ensueño, irreal.

181. La tomé de la mano y le prometí que la llevaría el siguiente fin de semana. También le dije que aún más hermosas que las maravillas del campo eran las maravillas del Cielo, donde había belleza y perfección por doquier. Le dije que con Jesús podía tener esa belleza en su corazón cada día‚ y oró deseosa para recibirlo.

182. Ese sábado esperé varias horas a que llegara Liza, pero no vino. Preocupada, pregunté a algunas chicas del albergue que la conocían si sabían algo‚ y tras indagar y buscarla durante varias horas, me enteré de que desgraciadamente había muerto a consecuencia de una brutal paliza que le había propinado su padre alcohólico.

183. Me entristeció mucho que Liza no hubiera llegado a ver las maravillas que había tan cerca de su mundo frío y gris. Aquella experiencia sirvió de catalizador para fijar mi rumbo en la vida. Decidí hacer todo lo posible para que los niños y jóvenes descubrieran la belleza que hay en esta Tierra, la cual nuestro Salvador creó para nuestro deleite, y para que a través de ella se acercaran a Él.

184. (Mamá:) Pero no termina aquí la historia. Fíjate en lo que dice Mary Edgar a continuación:

185. Unos años más tarde hallé paz a raíz de una visita que me hizo Liza en uno de mis ratos de sosegada meditación. Me contó que después de conocerme, se dirigió a su casa, y como tenía tantas ganas de ver el campo, aquella noche le rogó a Jesús que hiciera realidad su deseo. Él le contestó que tenía una idea aún mejor. Quería enseñarle los bosques más perfectos que existen, llenos de maravillas que ni aun la Tierra podía contener.

186. Ella le respondió que iría gustosa‚ y a los pocos días Él se la llevó consigo al Cielo. En vez de tener que contentarse con un breve paseo por el campo, ahora disponía de una hermosa casita ubicada en un pequeño claro del bosque más perfecto que pudiera haber, donde cada día se encontraba con nuevas sorpresas. Y para agradecerme que la hubiera ayudado a encontrar aquel lugar y conocer a Su magnífico Rey, me pasó un poema de alabanza a Jesús que había escrito.

187. Entonces me vinieron al corazón las siguientes rimas, y comprendí que incluso un suceso aparentemente terrible —como había considerado yo la muerte de Liza— en realidad había sido un regalo de amor de nuestro bondadoso Señor, que conoce los deseos de nuestro corazón y se deleita en concedérnoslos de la mejor manera posible.

188. (Mamá:) A continuación, las palabras que Liza le comunicó a Mary Edgar en profecía, mientras ésta estaba meditando y reflexionando.

Renueva mi corazón,

Tú que engalanas la Tierra.

Por obra de Tu Espíritu

dame paz verdadera.

Hazme cristalina

como Tus manantiales y arroyos.

Hazme firme

como Tus grandiosos e imponentes peñascos.

Hazme alegre y desenvuelta

como las olas que bailan al sol.

Hazme crecer derecha

como los pinos.

Eleva mis pensamientos

hacia la bóveda celeste.

Convierte mis sueños en nobles acciones:

ministerios de amor.

Renueva mi corazón,

Tú que engalanas la Tierra.

Por obra de Tu Espíritu

dame paz verdadera.

189. «Tú que engalanas la Tierra». Desde luego me conmovió con ese hermoso relato y con el precioso poema de Liza. Y ¿sabes qué? Si Jesús no nos hubiese concedido los dones del Espíritu y Sus armas espirituales, aunque habríamos podido disfrutar de las palabras de esta poesía —pues se publicaron hace muchos años como letra de una canción—, nunca habríamos escuchado ese enternecedor relato que nos dio Mary Edgar en profecía mientras compilábamos estas devociones para ti.

190. Le había pedido a una persona que recibe habitualmente mensajes del Señor que le preguntara si había ocurrido algún incidente excepcional relacionado con estas canciones, y Él permitió que Mary Edgar viniera a contarnos esto.

191. No obstante, después tuve unas dudas, porque Mary por lo visto fue evangélica‚ y me pareció extraño que hubiera aceptado escuchar a la chica que le inspiró el poema. Por lo general los protestantes no aceptan que se consulte a los difuntos, por lo que me pregunté si Mary Edgar era una excepción, si llegó a relatar su experiencia a alguien más y en qué estaba pensando cuando lo hizo. Total que se lo preguntamos al Señor, y esto fue lo que nos dijo:

192. Mary Edgar formó parte del movimiento evangélico‚ pero fue también una mujer singular. Los ratos que pasaba a solas en los bosques cuando era niña la volvieron sensible a Mi voz y le enseñaron a percibir Mi Espíritu en la creación que la rodeaba. Es cierto que le costó aceptar esta experiencia de escuchar a Liza; pero hubo dos factores que la ayudaron a recibir con gran gozo la verdad que se le confió.

193. La muerte de Liza tuvo un fuerte impacto en su vida. Repetidamente acudió a Mí para preguntarme el porqué de aquella tragedia. Su corazón no alcanzaba a entender por qué había privado a esa pequeñita, que tanto merecía aquel regalito por todo lo que había sufrido, de la única pizca de belleza que se le había ofrecido a lo largo de su miserable existencia. A Mary le parecía que, teniendo ya la pequeña el premio en sus tiernas manitas cubiertas de cicatrices, Yo se lo había arrebatado antes de que pudiera disfrutar de su belleza y su paz.

194. El corazón de Mary no hallaba consuelo. Tan desesperada estaba por encontrar una respuesta que abrió su corazón más allá de lo que le habían enseñado. Durante uno de esos momentos sentí que aceptaría cualquier cosa que Yo le enviara con tal de que sirviera para disipar su dolor y la duda que la acosaba y sustituirlos por una renovada confianza en Mi amorosa forma de actuar.

195. Fue entonces cuando se le permitió a Liza comunicarse con Mary. En aquel momento de desesperación echó por la borda todas las ataduras necias de los hombres, de tan feliz que se sintió al ver a Liza en visión‚ fuerte, sana y, sobre todo, llena de alegría.

196. Reconoció el espíritu que había sentido en sus muchas conversaciones conmigo en el bosque. Supo en aquel instante que lo que sentía‚ veía y oía procedía de Mi Espíritu, a pesar de que su mente carnal se resistía a aceptarlo.

197. Tenía muy presentes las limitaciones que imponía su iglesia. Sabía que los miembros de la misma nunca admitirían o comprenderían la experiencia que había tenido: ya habían rechazado lo que les había contado de que Dios le hablaba a menudo por medio de Su creación. Así que decidió no revelar a nadie lo que había sucedido, sino más bien guardárselo y dejar que la motivara y la impulsara a seguir adelante.

198. Tenía el convencimiento de que si llevaba al bosque a quienes necesitaban ayuda, tal vez en la quietud escucharían Mis susurros en su corazón, y no le faltaba razón. Muchos me hallaron en la quietud.

199. Hasta el momento en que Liza se le apareció, solo se había dedicado a su trabajo a medias. Aquella visión la transformó, la ayudó a retomar impulso, a recuperar el entusiasmo y a convertirse en el testimonio que había anhelado ser.

200. Es una pena que muchos cierren y tranquen las ventanas del Cielo con sus doctrinas inmaduras y timoratas en lugar de aprender a acudir a Mí para que les dé más fe, y confiar en que los guiaré y los facultaré para distinguir quién es el Enemigo de sus almas y quiénes son sus compañeros de armas que pueden ayudarlos a alzarse con la victoria.

201. (Mamá:) Podemos aprender mucho del testimonio de Mary Edgar, de esta bellísima historia y de lo que nos dijo nuestro preciado Esposo. No lo voy a repetir todo, pero baste con decir que esos son los milagros que les suceden a quienes esperan en el Señor, descansan en Sus brazos, permanecen en silencio en Su quietud y desean de todo corazón escuchar Sus respuestas.

202. Y aunque es una lástima que tantos cristianos —por no decir la mayoría— se cierren a las maravillas del Cielo y del mundo espiritual de las que podrían ser partícipes‚ es muy alentador darse cuenta de que quienes de veras buscan la verdad la hallarán y serán saciados, y el Señor se les manifestará y les dará las respuestas que tanto ansían.

203. Fíjate en lo que dijo el Señor: a pesar de lo mentalizada que estaba Mary Edgar en contra de muchas manifestaciones del espíritu, ¿cuáles fueron los dos factores que la ayudaron a recibir la verdad con alegría? ¡Exactamente! Su ferviente deseo de hallar respuestas y el hecho de que relacionó esa experiencia con el espíritu que sentía cuando dialogaba con el Señor en el bosque.

204. Y te aseguro que a eso nos dedicaremos en parte en el futuro, cuando los cristianos busquen desesperadamente respuestas a sus interrogantes: a enseñarles a abrir la puerta de su corazón y su mente para recibir los maravillosos misterios que el Señor quiere revelarles. La combinación de que estarán desesperados y a la vez sentirán que el Espíritu del Señor mora en nosotros los ayudará a superar sus tradiciones y doctrinas en contra de indagar en las verdades profundas del mundo del espíritu. ¡Gracias, Jesús!

205. Esta oración me encanta, y aprovecho para pedirle a Jesús que haga lo mismo por mí: «Renueva mi corazón, Tú que engalanas la Tierra. Por obra de Tu Espíritu dame paz verdadera».

206. Y ahora pasemos a otra poetisa de las más recientes, una prolífica escritora cristiana llamada Annie Johnson Flint‚ que se fue con su Salvador en 1932. Puede que te suene su nombre porque en Dichos y Hechos hay varios poemas suyos. Sus rimas, en las que revela la profundidad de su amor por Jesús y expresa sus propios sentimientos y cómo acude a Él para que le dé respuestas, han conmovido a millones de personas. Aquí tienes una poesía suya:

Con el bastón que me había fallado

cuando pedregoso y empinado el camino se tornó,

con la lámpara humeante que casi no alumbraba

a pesar de que la oscuridad era cada vez mayor,

cansada, muy cansada para orar

y muy acongojada para cantar,

desfalleciendo de tanto caminar,

llegué a la corte del Rey.

Allí donde las fuentes refrescan

con aguas constantes y puras,

donde las serviciales palmas

se yerguen como Sus infalibles promesas,

¡oh!, allí encontré paz a la sombra

y descansé en la quietud,

y dulces silencios cayeron como un bálsamo

sobre mi espíritu maltrecho.

Por largo tiempo me arrodillé en Su corte

y me paseé por Su precioso jardín.

Todo lo que había perdido o me había faltado

en Sus arcas lo hallé:

aceite para mi lámpara,

Su bondad‚ que me puse de corona,

y en vez del bastón que me había lastimado la mano‚

la vara de Su misericordia.

Encontré vestiduras de alabanza

que troqué por el atuendo sombrío y triste que había llevado,

y sandalias de paz para los pies

que las piedras y zarzas habían lacerado.

En vez de luto, me dio gozo,

y me hizo cantar.

Así, vestida de alegría y fuerzas,

salí de la corte del Rey.

207. Unos detalles más sobre la vida de Annie Flint. Cuando era bastante jovencita, como a los veinte años, comenzó a sentir los efectos de la artritis, que fue empeorando hasta que le resultaba difícil inclusive caminar. Después de un tiempo se vio obligada a renunciar a su trabajo; cada vez estaba más imposibilitada.

208. Y así fue como se puso a escribir poesía, con una pluma metida entre sus dedos retorcidos y que sostenía con sus articulaciones inflamadas. Comenzó a escribir sin imaginarse que terminaría convirtiéndose en un ministerio o que llegaría a rendirle económicamente. Más bien era un desahogo para ella durante sus largas horas de sufrimiento, como cuando recibimos profecías que nos levantan el ánimo, ¿sabes? Un magnífico consuelo de parte del Señor.

209. A la larga se convenció de que Dios quería que se dedicara a escribir. Aunque estaba casi inmovilizada, en lugar de quejarse de su suerte, creyó que Dios había permitido lo que le pasaba con un propósito. Y a pesar de que a veces no entendía ese propósito, creyó que Él tenía un trabajo para ella, y se aplicó para escribir sus poemas. A consecuencia de ello, sus versos tienen un atractivo excepcionalmente profundo, porque escribía con sentimiento‚ y a raíz de lo que sufrió fue capaz de consolar a otros con la consolación con que había sido consolada por Dios.

210. Durante más de cuarenta años casi no pasó un solo día en que no sintiera dolor. Con el tiempo se le anquilosaron las articulaciones, aunque aún podía mover el cuello, y a costa de gran dolor escribir unas cuantas líneas en el papel. Pero ahora está con su Amado, con su Rey. Ya no recuerda el dolor, por el gozo que tiene delante. Y considera que lo que sufrió no fue sino un pequeñísimo sacrificio, un regalito simbólico para Aquel que se lo ha dado todo.

211. Entre estos buenos hombres y mujeres hubo otros que sufrieron asimismo una barbaridad‚ y eso hace que muchas personas se pregunten por qué tuvo que pasarles eso, mientras que otras personas también parecen llevar una vida fructífera de servicio al Señor pero sin tantos problemas o dificultades de envergadura.

212. Quiero leerte lo que explicó Jesús en respuesta a ese interrogante:

213. A cada uno de ustedes, hijos Míos, se le presentan diversas opciones antes de ir a la Tierra. Se le muestra un panorama general de las dificultades a las que se enfrentará y el buen fruto que éstas pueden dar‚ y también se le enseñan las recompensas que le esperan si me es fiel y se aferra a Mí. Me hacen falta toda clase de vidas‚ porque me es necesario llegar a corazones de todo tipo y ayudarles a comprender que los amo y que en Mí pueden triunfar sean cuales sean las circunstancias.

214. Algunas personas‚ como Annie Flint, repararon en aquellos que sufrían intensamente, que vivían confinados, víctimas de la soledad, a cuyo corazón y vida muy pocos tenían acceso. Annie sabía lo que le iba a costar, las pérdidas y los padecimientos por los que tendría que pasar para llegar a identificarse plenamente con ellos y darles —tanto a ellos como a las personas en quienes ellos influirían— esperanza, visión, fe y amor para soportar y ver lo bueno que podía derivarse de su situación. Sabía lo que le iba a costar enseñarles a acudir a Mí. Lo que le hizo escoger ese camino tan escabroso fue su amor por Mí y su compasión.

215. (Mamá:) Sin embargo, tal como ella misma escribió en otro poema que seguramente conoces, en esos casos el Señor «más gracia nos da». ¡Alabado sea el Señor! ¡Gracias, Jesús!

216. Esta es una de mis canciones predilectas, y habla de un principio infalible: que Él nos da más gracia cada vez que añade otra carga. ¿Acaso no nos lo ha dicho a nosotros? Nos lo ha prometido vez tras vez: que efectivamente la carga aumentará, el trabajo se incrementará‚ nos enfrentaremos a más batallas, todo se intensificará, pero agrega: «Les concederé la gracia para hacer frente a cualquier cosa que les suceda».

Más gracia nos da cuando añade otra carga;

más fuerzas nos da al aumentar la labor.

A más sufrimiento, más misericordia;

a más aflicciones‚ más paz interior.

Y cuando se agota nuestra resistencia

y flaquean las fuerzas antes de terminar;

cuando hemos gastado ya nuestros recursos

los dones de Dios comienzan a obrar.

Su amor es inmenso‚ Su gracia es eterna;

no hay límite alguno a Su potestad.

De Sus infinitas riquezas, el Padre

reparte y añade y vuelve a aumentar.

217. Las siguientes líneas las escribió alguien que también estuvo en el jardín de la aflicción y que se sorprendió al comprobar que lo que en un principio parecía una difícil prueba terminó siendo una valiosa experiencia.

218. Para los que nunca han padecido una enfermedad grave y nunca han descubierto los tesoros escondidos en el jardín de la aflicción, la sola idea de sufrir puede resultar aterradora. Pero los que han pasado por esa experiencia se han fortalecido mucho; al debilitarse su carne, su espíritu se fortaleció, y se volvieron más hermosos y radiantes.

Me hacía falta sosiego, así que me llevó aparte,

a las sombras, donde pudiéramos hacernos confidencias,

lejos del bullicio en el que vivía yo todo el día‚

apurada y preocupada, cuando estaba fuerte y activa.

Me hacía falta sosiego, aunque al principio me rebelé.

Pero tierna, muy tiernamente, Él mantuvo mi cruz

y me habló en tan suaves susurros de cosas celestiales

que‚ aunque mi cuerpo estaba débil, mi espíritu alzó el vuelo

hacia alturas que nunca había imaginado cuando estaba activa todo el día.

Me amó tanto que me llevó aparte.

Me hacía falta sosiego. Mi lecho no fue una prisión,

sino un hermoso valle de bendiciones

donde enriquecerme, donde esconderme en Jesús.

Me hacía falta sosiego, así que me llevó aparte.

219. ¡Qué maravilla! Gracias, Jesús, por las aflicciones y las demás dificultades, que tanto nos enseñan, y sobre todo nos acercan a Ti, nuestro Esposo.

220. En la quietud, la Palabra cobra mucha más claridad y valor.

Tu Palabra, Señor, es como un jardín de flores bellas y radiantes

en el que todo el que quiera puede arrancar un lindo manojo;

es como una mina muy profunda, en cuyas entrañas se ocultan

para todo buscador piedras preciosas poco comunes.

Es como una multitud de estrellas, mil haces de luz

que guían al viajero y alumbran su sendero;

es como un arsenal en el que los soldados pueden adiestrarse

y hallar todas las armas que necesitan para la batalla de la vida.

¡Oh, deseo amar Tu preciosa Palabra, explorar la mina,

recoger sus flores fragantes‚ dejar que su luz me ilumine!

¡Oh, que encuentre en ella mi armadura! Es mi espada fiel.

Aprenderé a pelear las batallas del Señor contra cualquier adversario.

221. Procura que se te graben en la memoria esas pequeñas imágenes del jardín, la mina, el espléndido cielo nocturno salpicado de miles de estrellas y la sala de armas. La Palabra es el mayor tesoro que tenemos, y creo que el autor de la letra de esta canción hizo unas comparaciones bien logradas con diversas cosas que son hermosas‚ importantes y de valor.

222. Si de verdad estimamos las cosas del espíritu, les dedicaremos tiempo. Iremos a una marcha que nos permita absorber la Palabra de Dios, alabarlo, apreciarlo‚ dejar que nos hable y prestar oído a Sus avisos. Por lo general solo le oímos si andamos tranquilos, hacemos silencio y nos quedamos esperando.

223. El otro día, como de costumbre, me subí a la andadera que uso para hacer ejercicio. Me puse en la cintura la riñonera con el reproductor de MP3, y ya lo había prendido y me había colocado los audífonos, me había subido a la máquina y la había puesto en marcha, cuando me acordé de orar. Como ya había comenzado a escuchar la grabación, sólo hice una breve oración para pedirle al Señor la presencia de mis ángeles de la guarda, de los espíritus que me ayudan cuando hago ejercicio y de cualquier otro cuya compañía y protección necesitara. Luego continué caminando en la andadera de lo más bien, como por tres minutos más.

224. Entonces me quité la chaqueta y la tiré sobre la mesa que tenía al lado; pero comenzó a resbalarse, e involuntariamente hice un movimiento brusco para tratar de alcanzarla. Claro, no fue lo mejor hacer eso estando en la andadera, y la cosa es que me caí. Me caí en la caminadora, que seguía en marcha. Me quedé con una pierna en la banda deslizante y la otra en el suelo‚ y por unos instantes me vi en apuros, tratando de asirme a la barra lateral para levantarme. Al final lo conseguí‚ pero no sin antes rasparme bastante la rodilla y arrancarme varias capas de piel.

225. De todas maneras, no te imaginas lo agradecida que estaba de que el Señor no hubiera permitido que me sucediese algo peor. Me habría podido accidentar mucho más. Me habría podido romper la espalda o la pierna, me habría podido caer totalmente de la caminadora y golpeado contra la puerta, que estaba abierta. Me habría podido hacer una lesión grave. Sin embargo, solo me raspé la rodilla. Y aunque todavía me molesta un poco, al menos está curándose poco a poco y puedo caminar. Todavía puedo hacer ejercicio‚ y no me duelen ni la espalda ni la pierna. Lo único que me fastidia un poco es la rodilla. Estoy agradecidísima.

226. Y también estoy muy agradecida por las oraciones de la Familia, que sé que me han protegido todos estos años. A ellas se debe que me hayan ocurrido tan pocas cosas, que haya tenido tan pocos accidentes, tan pocas caídas. Y las pocas caídas que he sufrido han sido leves‚ nada grave. También estoy mejor de los ojos, por lo que doy gloria a nuestro amado Esposo, y te agradezco desde el fondo del alma que no hayas cesado de orar, de rezar por mí. Tus oraciones han surtido mucho efecto, y siguen ayudándonos a Peter y a mí todos los días.

227. Bueno, más vale que te cuente lo que saqué en claro del accidente que tuve en la caminadora. Comprendí que si bien fue bueno que hiciera aquella breve oración, y seguramente evitó que me lastimara más, desde luego no fue suficiente. Como andaba tan apresurada y no me molesté en aminorar la marcha‚ como no hice el esfuerzo de escuchar, Él no pudo indicarme que se me había olvidado colocar esa cosita —¿cómo se llama?—, la llave de seguridad. Es un pequeño dispositivo que se enchufa en la caminadora y tiene una cuerda con otra cosita en el extremo opuesto que se sujeta a la persona; de modo que está sujeto al aparato y a la persona. De esa manera, si sucede algo y uno se cae, o hace un movimiento brusco, o da una sacudida, la caminadora se detiene, y así se evita que uno se caiga y se quede dando tumbos sobre la banda deslizante.

228. Yo suelo amarrarme ese dispositivo cuando me subo a la caminadora, pues sé que es importante; pero esa vez se me olvidó. En fin, no es que sea tan grave olvidarse algo siempre y cuando uno haga una pausa, se quede quieto, guarde silencio y permita que el Señor le recuerde lo que ha olvidado. Esa fue, justamente, mi gran lección, y la pagué caro. Espero no volver a tropezar en la misma piedra. Que Dios me ayude.

229. En resumidas cuentas, es imprescindible que nos detengamos a escuchar. No podemos, por ejemplo, subirnos al automóvil, hacer una oración a la ligera y contar con que todo va a andar bien porque ya oramos. Es muy importante que, aparte de hablar, también escuchemos, que no monopolicemos la conversación, sino que veamos si Él quiere decirnos algo. Es que, verdades sean dichas, lo que Él quiera decirnos siempre será más importante que lo que queramos decirle nosotros. Ya sé que todos estamos de acuerdo en que es así, pero «del dicho al hecho hay mucho trecho».

230. Bueno, procuremos ir a un ritmo menos acelerado‚ que nos permita cerciorarnos de que hacemos las cosas bien y averiguar sin falta lo que piensa el Señor. Y para estar seguros de que hacemos las cosas bien lo que tenemos que hacer es consultar al Señor.

231. ¡Ah! Hay otra cosita que el Señor acaba de recordarme y que quiere que te cuente. Es algo que sucedió hace un buen tiempo, pero la enseñanza es muy válida para hoy en día. Probablemente ya lo había aprendido antes, pero es que a veces no retengo muy bien lo que aprendo. Menos mal que el Señor me trata con mucha misericordia y paciencia.

232. Sucedió cierto día en que había estado orando y había dedicado un buen tiempo a consultar con el Señor sobre mi jornada de trabajo; pero luego, en el transcurso del día‚ hice una gran tontería. Me acerqué a un perro que se había quedado dormido encima de una pila de ropa y jalé algunas prendas que tenía debajo sin despertarlo primero. Y me mordió. Claro, no es de sorprenderse que lo hiciera. A raíz de aquella experiencia por fin aprendí el porqué de ese viejo refrán que dice: «Quien despierta al perro dormido vende paz y compra ruido».

233. Total que cuando le pregunté luego al Señor por qué me había sucedido aquello, teniendo en cuenta que había orado a conciencia por aquel día y por las actividades que iba a realizar, el Señor me dijo: «¡Porque eres una tonta!» No, obviamente no me dijo eso‚ ¡aunque hubiera debido hacerlo! Me dijo: «¡Cariño, no basta con orar, también hay que tener cuidado!» El Señor milagrosamente me protegió, y se me curó rápido la herida‚ y la verdad es que no fue tan grave como podía haber sido, comparado con lo que me merecía por mi descuido y mi estupidez.

234. Si te montas en el auto, haces una oración a la ligera y a continuación sales disparado a toda velocidad, dudo que el Señor pueda responder a tu oración, por mucho que le pidas que te proteja. Aparte de orar, hay que ser cuidadoso. Y ser cuidadoso es otra cosa que toma tiempo, lo mismo que orar por todo.

235. Ya no podemos escudarnos en que no tenemos tiempo —que no tenemos tiempo para orar, que no tenemos tiempo para aminorar la marcha—, porque el Señor nos ha dicho que nos da suficiente tiempo para todas estas cosas importantes. Y ahora nos está diciendo que guardar silencio, andar en oración, incluso proceder con cuidado, consultarle nuestros planes y dejar caer nuestro peso sobre Él son cosas que tendremos que hacer si queremos sobrevivir. Lo repito: Vamos a tener que hacer todas esas cosas si queremos sobrevivir.

236. Tengo algo más relacionado con hacerse tiempo para esas cosas y andar despacio. Es una oración que hizo uno de nuestros jóvenes.

237. Ayúdame a no andar ajetreado, Señor. Enséñame a detener la marcha; y no solo a detener la marcha, sino a quedarme quieto, a quedarme quieto el tiempo suficiente para oír Tu voz, para meditar sobre lo que me dices‚ para saber cómo incorporar Tus consejos a mis actividades diarias.

238. Haz que quiera quedarme quieto, de modo que mi prisa no te aparte de mí, al generar tantos otros ruidos y sonidos y un ritmo tan acelerado que me pierda lo más importante de mi vida: conocerte a Ti y gozar de Tu cercanía.

239. Muéstrame por qué me hace bien sosegarme. Convénceme de que guardar silencio, orar, hacer el esfuerzo de conectar contigo, amarte, alabarte y adorarte tiene mucho más valor que tratar de transformar el mundo con mis propias manos. Ayúdame a aprender esta importante lección.

240. No me permitas que no me quede quieto. No me dejes escoger a mí, porque me temo que en muchos casos escogeré mal. Amárrame a Ti con una soga corta, y moldea mi espíritu de manera que no me quede más remedio que quedarme quieto. Prémiame con Tu presencia, y transforma mi vida en esa quietud.

241. Creo que a todos nos vendría bien adoptar esa oración, al igual que la próxima que te voy a leer. Quizá tú dirías alguna que otra cosita distinta‚ un poco diferente; pero en líneas generales todo me parece de lo más acertado. Nos hace mucha falta. ¡Sé que al menos a me hace falta! Si es preciso, puedes adaptarla un poco; pero si haces esa oración con toda el alma y de veras deseas que Jesús obre un cambio en tu vida, si le das carta blanca para que haga lo que considere necesario a fin de cambiarte, verás resultados espectaculares, y la bendición del Señor descenderá poderosamente sobre ti; y creo que te quedarás encantado con el cambio.

Sosiega mi espíritu‚ Señor, para que luego puedas llenarlo.

Llénalo con toda Tu bondad, Tu poder y Tu sabiduría.

No quisiera irme de aquí con sólo unas cuantas gotas,

llena hasta un cuarto‚ o hasta la mitad, o incluso casi llena.

Haz que me esté quieta el tiempo suficiente para recibir todo lo que necesito

y que permanezca abierta mientras echas en mí todo aquello que anhelo,

todos los ingredientes que han de combinarse para preparar la bebida perfecta,

de forma que al irme de aquí pueda verterla sobre los demás.

No tengo nada que ofrecerles, nada para aplacar su sed,

a menos que Tú llenes antes mi vasija.

Sé que están sedientos‚ y deseo mitigar su sed;

mas yo también tengo sed, y mi sed debe aplacarse.

Es una sed que no puede saciarse en un solo día‚ ni en una vida entera,

pues yo siempre, eternamente, ansiaré beber de Ti.

Así es que acudo a Ti hoy, y todos los días, y a lo largo de cada día.

Vengo a beber de Ti, y Tú me alimentas.

Sé que te necesito, te deseo con todo mi ser.

Lo que me cuesta a veces es quedarme quieta.

Por mucho que lo anhele mi corazón, mi carácter carnal me aparta de Ti.

Tengo clara mi necesidad de que sustentes y renueves mi espíritu;

sin embargo, a veces me retiro habiendo bebido solo algunos sorbos

cuando podría haberme tomado una copa tras otra.

Por eso, sosiégame hoy, ayúdame a guardar silencio y haz que me quede a Tu lado

hasta que esté completa: saciada mi sed, llena mi vasija‚ cumplida mi misión.

242. Esa oración la escribió una joven compañera de trabajo mía para expresarle a Jesús lo que sentía. Y te aseguro que el Señor está respondiendo a su clamor. Si le pides algo, Él te contestará, y ya estamos viendo los fantásticos resultados de estas oraciones en la vida de algunos de nuestros jóvenes, que Dios los bendiga. Tengo gran admiración por ellos. Doy muchas gracias al Señor por nuestros queridos hermanos, sean jóvenes o sean mayores, que han soportado la prueba, han pasado por el fuego y por las aguas y han salido hermosos, radiantes, poseedores de una profundidad espiritual que no podrían haber obtenido de ninguna otra manera.

243. ¿Algunas veces te da la impresión de que eres de todo menos fuerte, radiante u obediente? ¿Sientes a veces que el Diablo te está ganando, y que cada vez te sumes más en la desesperación? Si es así, presta atención a lo siguiente. Es algo que te ayudará, siempre y cuando lo practiques, naturalmente.

¿Te has sentido alguna vez como un viejo alfiletero?

¿Satanás con alfileres te ha pinchado todo entero?

¿Te recuerda tus pecados? ¿Menoscaba tu confianza?

¡La respuesta, amigo mío, encontrarás en la alabanza!

Alabando uno se cura, se alimenta y purifica.

Para todo es buen remedio, y no se encuentra en la botica.

La alabanza es capaz de salvarle a uno el pellejo,

pues al Diablo hace pedazos, y lo manda muy, muy lejos.

Por eso si es que sientes que están bajas tus defensas,

que son grandes tus pecados, no hay perdón pa´ tus ofensas,

que tus planes se derrumban y has perdido la esperanza,

la respuesta, amigo mío: ¡contraataca en alabanza!

Alabando uno se cura, se alimenta y purifica.

Para todo es buen remedio‚ y no se encuentra en la botica.

La alabanza es capaz de salvarle a uno el pellejo,

pues al Diablo hace pedazos, y lo manda muy, muy lejos.

¿Tus pesares te acometen como bolas de boliche

y sientes que el Maligno te usa como chiche?

¿Estás en medio de tormentas y no llega la bonanza?

La respuesta‚ amigo mío, es practicar la alabanza.

Alabando uno se cura, se alimenta y purifica.

Para todo es buen remedio, y no se encuentra en la botica.

La alabanza es capaz de salvarle a uno el pellejo,

pues al Diablo hace pedazos‚ y lo manda muy, muy lejos.

Devuelve el golpe, pega fuerte, que la victoria es tuya.

Alaba y ponte firme hasta que el Cornudo huya.

Ni bien alces los brazos cesarán sus asechanzas,

pues lo habrás neutralizado mediante la alabanza.

Alabando uno se cura, se alimenta y purifica.

Para todo es buen remedio, y no se encuentra en la botica.

La alabanza es capaz de salvarle a uno el pellejo,

pues al Diablo hace pedazos‚ y lo manda muy‚ muy lejos.

244. ¡Aleluya! Sigue alabando, mi amor. No permitas que el Diablo te ponga en fuga. No dejes que sea él quien avance. Date la vuelta, devuélvele el golpe y toma la ofensiva. No permitas que te obligue a replegarte. ¡Date la vuelta y ponlo a él a la defensiva!

245. Permíteme que te cuente una enseñanza acerca de la alabanza de una escritora llamada Margaret Clarkson, autora de la letra de un himno que ha sido considerado por algunos el mejor himno misionero del siglo xx. Se titula Yo os envío.

246. Margaret tenía apenas 22 años cuando escribió estas palabras. Se había consagrado al Señor, quería servirlo. No obstante‚ debido a ciertos impedimentos físicos —fuertes migrañas‚ artritis y una malformación congénita de la parte inferior de la columna—, no pudo ir a las misiones.

247. Se dio cuenta de que en esas largas horas de soledad y debilidad, repetir himnos y pasajes de las Escrituras la ayudaba a soportar los estragos de su enfermedad.

248. Había estudiado para ser docente; pero como escaseaban mucho los empleos, no consiguió trabajo en la ciudad en que vivía y se vio obligada a trasladarse a una región remota del norte de Ontario donde se dedicó a la educación primaria. Estuvo allí siete años, primero en un campamento de leñadores y más adelante en un centro de extracción de oro.

249. Escribió: «En el norte viví en medio de una profunda soledad de todo tipo: mental, cultural y, sobre todo, espiritual. Durante aquellos años no conocí a ninguna fraternidad de creyentes que siguieran las enseñanzas de la Biblia, solo a un par de cristianos aislados. Una noche, mientras estudiaba la Palabra y pensaba en lo sola que estaba‚ me topé con Juan 20 y con las palabras: «Así también Yo os envío». El Señor me habló muy claramente por medio de ellas y me dijo que ese era el sitio al que me había enviado. A consecuencia de aquella revelación, escribí el poema Yo os envío».

250. Yo cantaba ese himno en la iglesia de pequeña. Más adelante ella escribió otra versión‚ que también te leeré, porque la segunda es un compendio de una enseñanza que ella sacó de sus vivencias.

251. Comienzo con la versión original, la letra que yo conocía:

Yo os envío a realizar la obra

y a servir en medio del dolor.

Encontraréis desprecio y congojas,

mas id igual‚ nos dice el buen Señor.

Conoceréis nostalgia y aislamiento.

A los amigos los añoraréis.

Decid adiós a vuestros familiares,

pues os envío a recoger la mies.

Dejad atrás mil sueños e ideales

y renunciad a vuestra voluntad.

Sembrad amor aun cuando os injurien,

pues os envío al mundo a trabajar.

252. Dime una cosa: Mientras te leía esto, ¿te identificaste con la letra y pensaste: «En efecto, así es, así es como me siento»? La verdad es que el Enemigo es muy capaz de desanimarte por los sacrificios que tienes que hacer para vivir como un misionero y consagrarte a la causa de Jesús. Pero así como el Señor siempre se las arregla para cambiar nuestra perspectiva cuando dirigimos la mirada hacia arriba, Él también hizo eso con Margaret.

253. A medida que ella fue madurando en el Señor, se dio cuenta de que Él la había enviado a ministrar a otros pero no con tristeza, no haciendo tanto hincapié en las pruebas y dificultades‚ sino con actitud triunfal.

254. Escucha lo que dijo: «Varios años después comprendí que en realidad el poema Yo os envío presentaba una imagen muy desequilibrada; solo hablaba de los pesares y las privaciones de la vida misionera y no mencionaba ninguno de sus triunfos. De modo que escribí otra letra que reflejara la gloria y la esperanza del llamamiento misionero y que encajara en el mismo ritmo, para que pudieran cantarse indistintamente unas u otras estrofas». Aquí va la segunda versión.

255. ¿Recuerdas que en la primera hablaba de realizar la obra en medio del dolor, sufriendo desprecio y congojas, nostalgia y aislamiento, añorando a los amigos, habiendo dicho adiós a los familiares, dejando atrás tus sueños, renunciando a tu voluntad, escuchando injurias? Uf, montones de dificultades, pruebas y tribulaciones. Prácticamente no se dejó nada en el tintero, ¿no? Pero escucha esta otra versión:

Yo os envío, fuertes por la gracia,

a combatir el mal y el error,

a conquistar en Mi precioso nombre,

a dar el triunfo al bando del Señor.

Id por doquier llevando Buenas Nuevas.

A los cautivos dad la libertad.

Romped los grillos que los esclavizan.

Yo os envío a hablar de Mi verdad.

Yo tornaré el pesar en alegría.

Os daré paz en medio del dolor.

Conoceréis Mi fuerza y Mi presencia.

Yo os envío a pregonar Mi amor.

Tomad la cruz‚ armados de paciencia,

y al llegar un día al final

escucharéis: «Bien hecho, siervos fieles.

Podéis entrar al Reino celestial».

256. Esa sí que es una declaración victoriosa, ¿no te parece? ¡Gracias, Jesús! ¡Qué hermoso! ¡Aleluya! Esa mujer, Margaret Clarkson‚ aprendió a manejar el arma de la alabanza de la misma manera que estamos aprendiendo a hacerlo nosotros. En medio del sufrimiento, en medio de las tragedias que hubo en su vida, aprendió que la alabanza conduce a la victoria.

257. No significa que no haya dificultades, pruebas y batallas‚ sino que la gracia del Señor es capaz de triunfar sobre ellas; y si fijas en Él los ojos, puede librarte de la desesperación‚ el desánimo y la tristeza. Todo eso es muy real y forma parte de las circunstancias naturales; pero Él puede ayudarte a remontarte y tener en todo una actitud agradecida‚ positiva, de alabanza. Puede hacer que te sientas muy agradecido y optimista porque ves las cosas desde Su perspectiva y participas de Su gracia, Su paz y Su fortaleza.

258. La verdad es que si Margaret Clarkson fue capaz de aprender a alabar de esa manera en medio de sus dificultades, apuros y desgracias, que fueron muchos, muchísimos —sufrimiento constante, conflictos emocionales, apuros económicos, todo tipo de dificultades—, si ella descubrió el secreto de la victoria, sin duda nosotros también podemos.

259. No tenemos excusa. Si analizamos la vida que llevamos en la Familia y el magnífico apoyo con que contamos, la fuerza de la oración, la fraternidad de que disfrutamos, el hecho de estar juntos y de ser una sola Esposa, de luchar juntos por cambiar el mundo, la verdad es que es una vida muy distinta de la de esos misioneros solitarios de diversas épocas‚ que no tenían a nadie consigo, nadie con quien trabajar, nadie con quien vivir o fraternizar, nadie que los amara, nadie que entendiera verdaderamente sus circunstancias y los sostuviera en oración.

260. ¡Disfrutamos de tantas bendiciones! Aun si nos concentramos en todos los factores que pudieran considerarse negativos, no tienen ni comparación con los obstáculos a los que se enfrentaron la mayoría de los misioneros de este mundo. De modo que podemos regocijarnos de lo bueno que ha sido el Señor con nosotros al concedernos la comunión de los santos y permitir que nos beneficiemos de sus constantes atenciones y apoyo. Es algo sencillamente extraordinario.

261. Naturalmente, no significa que nos ame más a nosotros de lo que los amó a ellos. Nos ha agrupado en familias debido a la tarea que nos ha llamado a realizar. Nos ha puesto en el seno de una hermandad para que vivamos y trabajemos juntos, para que maduremos y aprendamos juntos estas cosas, y para que demos un ejemplo vivo al mundo, juntos.

262. Si hacemos lo que nos ha mostrado que debemos hacer y empleamos el arma de la alabanza, podemos convertir todas esas cosas que a veces parecen tan negativas en triunfos espectaculares, gloriosos. Si le pedimos a Jesús que nos ayude a ver las cosas a través de Sus ojos, tendremos una perspectiva completamente distinta, totalmente positiva.

263. De vez en cuando nos viene bien escuchar lo que les tocó vivir a estos hombres y mujeres sobresalientes que lo entregaron todo en el puesto en que Dios los ubicó. Nos hace entender lo maravillosa que es nuestra vida, lo benditos y privilegiados que somos.

264. Otro compositor que fue muy famoso y que vivió mucho antes que Margaret Clarkson fue Charles Wesley, el cual, juntamente con su hermano John, tuvo mucha influencia en la predicación del Evangelio en Gran Bretaña. Al igual que Margaret, ambos fueron llamados a ser misioneros entre sus compatriotas.

265. Durante muchos años, ambos hermanos, Charles y John‚ llevaron a cabo con gran entusiasmo el ministerio que tenían en la iglesia; pero no habían aceptado a Cristo como Salvador. A partir del momento en que descubrieron el gozo de tener una relación personal con Jesús, el ministerio que realizaban adquirió una nueva dimensión y cobró mucha más fuerza.

266. En el curso de su labor misionera recorrieron miles de kilómetros por toda Inglaterra, mayormente a caballo, y entre los dos oficiaron más de cuarenta mil cultos religiosos abiertos al público. A menudo hacían tres o cuatro en un mismo día.

267. Si te cuesta creerlo, o te parece imposible que hicieran tanto, tienes que tomar en cuenta los muchos años que dedicaron a evangelizar. Charles predicó durante dieciocho años seguidos, y el ministerio de su hermano John se prolongó aún más. Siguieron ese intenso programa de trabajo hasta que el Señor por fin consideró oportuno llevárselos a Casa consigo, para que gozaran de eterna paz y descanso.

268. No siempre lo tuvieron fácil. Sufrieron toda clase de persecuciones, y hasta los metieron presos. Eran predicadores callejeros, y a alguna gente no le gustaban, de la misma manera que a algunos no les gusta que nosotros les prediquemos. Pero «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución». O sea que son nuestros hermanos en el Señor, en el Evangelio y en la labor misionera.

269. Charles Wesley escribió nada menos que 6.500 letras de himnos. Escribió ¡Qué no daría por tener!, que probablemente muchos ya han escuchado o incluso se saben de memoria, con ocasión del aniversario de su salvación por gracia.

270. Aquí está:

¡Qué no daría por tener

la voz del ruiseñor

para alabar a nuestro Rey,

cantar a mi Señor!

¡Qué no daría por tener

el ímpetu del mar

a fin de dar a conocer

a mi Rey celestial!

Jesús, el nombre que es capaz

de borrar el dolor,

sanar las penas y brindar

perdón al pecador.

Al escuchar Su dulce voz

los mansos hallan paz.

El sufrimiento más atroz

Su amor disipará.

Alábenlo el monte, el mar,

el cielo, el sol‚ la flor.

Alaben por la eternidad

a mi buen Salvador.

Todo el que viva en aflicción

o sienta gran pesar

alábelo, pues bendición

tendrá en el más allá.

271. Está visto que la alabanza formaba parte de la vida de estos hombres y mujeres que se consagraron al servicio del Señor y que no contemplaban la posibilidad de echarse atrás. Es que forzosamente tenían que alabar. Para remontar la adversidad, y las dificultades de la persecución y las aflicciones, y disponer del poder que les hacía falta, no podían hacer otra cosa que alabar.

272. Y nosotros cada vez más nos vamos a encontrar con que‚ para no dejarnos abrumar por las circunstancias y repeler los ataques del Enemigo, vamos a tener que estar llenos de alabanza. Tendremos que alabar en todo momento; no solo por dentro, mentalmente, sino con los labios, proclamando abiertamente la gracia del Señor y Sus respuestas, por fe, y alabándolo de todo corazón, con todo nuestro ser, de palabra. Es algo que tendrá que volverse parte de nosotros.

273. Recuerda que es nuestra arma invencible, verdaderamente lo es. Sólo alabando conseguiremos mantenernos fuertes en el Señor. Cuando uno comienza a hundirse en la ciénaga del negativismo, prácticamente la única manera de salir a flote es ponerse a alabar. Y una vez que se sale a flote, hay que seguir alabando, no sea que uno vuelva a caer. Las batallas son muy recias, y las tinieblas se están haciendo más densas, lo vas a notar. Te verás obligado a luchar con todas tus fuerzas, y una gran parte de la lucha consistirá en alabar. Sean cuales sean las circunstancias‚ por muy fea que se vea la situación, tendrás que dar gracias al Señor por ella y seguir alabando. Será la única forma‚ la única manera de sobrevivir.

274. Esos autores lo sabían, y por eso escribieron tantas canciones hermosas de alabanza al Señor. Hay tantas que al cabo de un rato casi comienzan a sonar igual, porque están todas llenas de alabanzas al Señor, y todos los autores intentan expresar lo que se sienten tan incapaces de verbalizar: la magnificencia de Dios y Su hermosura, y la gratitud que sienten ellos por el amor que Él les ha manifestado, la gracia que ha vertido sobre ellos y la salvación que les ha concedido. Creo que por eso muchos de ellos invocan la ayuda de la creación para enaltecer a Dios y dar a conocer Su gloria, pues se consideran muy poca cosa e incapaces de hacerlo como Él se merece.

275. Y ¿sabías que en el Cielo la creación está viva de verdad? Cuando lleguemos al reino celestial veremos cumplirse al pie de la letra esos versos que compusieron los escritores, los veremos tornarse realidad. No son meras palabras, no es que estén soñando cuando hablan de... las hojas que danzan de alegría‚ los collados que brincan de felicidad, los valles que ríen y cantan, o los árboles que dan palmas. De veras lo hacen, y cuando lleguemos a la esfera celestial lo veremos.

276. Y ahora, más alabanzas de otro compositor de himnos que también es muy famoso y que a menudo ha sido llamado el padre de la himnología: Isaac Watts. Juntamente con Charles Wesley y otros fue uno de los primeros compositores modernos de himnos. Puede que no te parezcan muy modernos que digamos‚ pero recuerda que estamos teniendo en cuenta toda esta era en que se han escrito himnos. Isaac Watts vivió entre 1674 y 1748, y compuso más de seiscientas canciones hermosas, muchas de las cuales se popularizaron bastante.

277. Antes de leerte la letra de un par de canciones suyas, quiero que escuches un breve mensaje que nos dio recientemente. Dijo:

278. Mi llamado fue muy particular. El Señor no me llamó a predicar el Evangelio dotándome de un físico fuerte o atractivo. Se me dio algo capaz de emanar gran belleza, como el esplendor de una vela en medio de la oscuridad. Yo era lo que podría considerarse una persona deforme. Era sumamente bajo, tenía la cabeza grande, y encima era narigudo. Nadie encontraba atractivo alguno en mi carne fea y enfermiza. Durante mi existencia terrenal no llegué a conocer el amor físico.

279. El único amor que llegué a sentir, aparte del amor por mi Salvador que ardía en mi corazón, fue un amor profundo e incesante por los niños. La pureza de su espíritu era para mí un recordatorio constante de que Alguien me amaba muchísimo, y eso compensaba el amor que jamás recibí en la Tierra.

280. En tales circunstancias algunos se habrían vuelto introvertidos y se habrían amargado, y durante muchos años yo caí en eso; hasta que un día‚ enfermo física y emocionalmente, no lo aguanté más y deseé morirme. Sin embargo, las palabras de mi madre no dejaban de resonar en mi interior, palabras que en muchas ocasiones, de niño, cuando era objeto de burlas y acosos —lo cual sucedía con frecuencia—, me habían vuelto a encaminar bien. Ella siempre me infundía esperanzas. En esos momentos sombríos me decía que los hombres solo reparan en lo que no es importante, y que por cada defecto físico que tenía, el Señor me había dado un don espiritual. Me explicaba que si averiguaba cuáles eran esos dones, compensarían con creces lo que a los hombres les parecía que me faltaba, y además perdurarían eternamente.

281. Finalmente‚ desconsolado y con el cuerpo deshecho, dejé de tratar de compensar todo lo que no tenía y me abandoné por completo en los brazos de Jesús. Fue entonces cuando comencé a entender que el propósito de mi vida no era que tomara para mí ni que me gloriase en la aprobación de los hombres, sino que diera: que me diera a los niños‚ que ofreciera alabanzas y que entregara mi corazón, quebrantado como lo tenía, a mi Salvador.

282. Desde ese día en adelante, lo físico dejó de importarme. Aunque había escrito muchos himnos en mis primeros años como compositor, a partir de aquel momento pude plasmar el gozo auténtico que había en mi corazón, gozo que provenía de lo alto y no de mis circunstancias. Expresé la alabanza y la dicha que por fin había en mi interior. Hablé del gozo de perderme en el amor de Jesús, y de ese sencillo amor Suyo que solo alcanzan a comprender los que se hacen como niños en espíritu.

283. Cuando te sientas inepto o incompetente, feo a los ojos de los demás‚ recuerda que si conviertes esos sentimientos en una alabanza a Jesús, que siempre se las arregla para convertir la oscuridad en luz‚ no habrá circunstancia que pueda hundirte.

284. (Mamá:) Isaac Watts escribió la letra de muchas canciones de alabanza basadas en la Biblia. Esta es una de ellas:

Hoy canto el gran poder de Dios. Los montes Él creó.

Habló a los mares con fuerte voz. Los cielos extendió.

Su mente sabia cantaré. Poder al Sol le dio.

Las luces de la noche sé que Él las creó.

De Dios hoy canto la bondad que bienes proveyó

para uso de la infinidad de todo lo que creó.

Sus maravillas por doquier ¡cuán numerosas son!

Mis ojos bien las pueden ver en toda Su creación.

Oh Dios, Tu gloria flores mil demuestran por doquier.

Los vientos y el turbión hostil declaran Tu poder.

En la natura, buen Señor‚ la vida a todos das.

Doquier que miro alrededor, allí presente estás.

285. Otra hermosa canción de Isaac Watts, que encontré mientras preparaba estas devociones, es en cierto sentido una canción de amor a Jesús. Viene a ser el equivalente para aquella época de las canciones de amor a Jesús de ahora.

Jesús, eterno Rey por siempre,

acepta lo que yo te ofrende.

La alabanza que mi alma entona,

lúcela como una corona.

Que cada vez que te deseo

sea como nuestro himeneo.

286. Esa palabra, himeneo, significa‚ por supuesto, boda. Es como si dijera: «Sea como nuestra boda».

Que cada vez que te deseo

sea como nuestra boda,

como aquel día en que escuché

Tus votos por primera vez.

Que la dicha de esa ocasión

me acompañe en toda estación.

Que nunca se achique mi fe,

y el amor siempre en todo esté.

Y que cada instante fugaz

te enaltezca yo más y más,

hasta llegar el día en que

frente a Tu trono cantaré.

287. ¡Aleluya! ¡Qué hermoso!

288. Y hablando de canciones para amar a Jesús‚ aquí hay otra:

Lenta y suavemente

Tu nombre yo diré

hasta que encendido

mi corazón esté.

Jesús, nombre tan puro

que limpia mis pecados,

bálsamo que sana

el cuerpo lastimado.

Jesús, tan poderoso,

que al débil fuerzas da,

nombre que en la batalla

solemne triunfará.

Jesús que nos das gozo

en el valle del dolor.

Cuando a Tu lado llegue

sabré lo que es amor.

289. «Jesús, que nos das gozo en el valle del dolor». «Valle del dolor» es una metáfora que se emplea para referirse a nuestro tiempo en la Tierra, etapa en que nos toca hacer frente a las pruebas y dificultades de la vida y que no está exenta de dolor.

290. Gracias, Jesús. Gracias por estas bellas palabras que nos llegan al alma y nos unen a estos autores que ahora se encuentran en la esfera celestial, y que nos prestan ayuda, están a nuestra disposición y procuran enseñarnos a amarte más y a comprender la belleza de Tu corazón, tal como ellos la entendían.

291. Otro escritor que amaba a Jesús con pasión fue Frederick Faber, que vivió entre 1814 y 1863. Escribió un himno muy famoso que seguramente todos conocen, Fe de nuestros padres. Los que no se criaron ni en el seno de la iglesia protestante ni en la iglesia católica —este himno se canta en ambas—, probablemente lo oyeron cuando Papá lo cantó en video.

292. Como lo canté desde pequeñita, yo pensaba que era una canción protestante; pero cuando se lo mencioné a Peter‚ me enteré de que él también lo cantaba en la iglesia católica. Seguramente se debe al hecho de que Frederick Faber al principio era anglicano, pero luego dejó la iglesia anglicana‚ decepcionado con la poca pasión con que adoraban a Jesús, y se unió a la iglesia católica, que a su modo de ver coincidía mucho más con su sentir y su concepción del Señor.

293. Faber escribió Fe de nuestros padres al poco de dejar la iglesia anglicana. Era un ferviente discípulo de Jesús y estaba convencido de que la relación de un cristiano con su Esposo, Jesús, debiera ser profunda y personal. Escucha lo que dijo:

294. Mis superiores en la iglesia anglicana toleraban el hecho de que algunas de sus monjas llevaran su relación con el Señor a tal extremo; al fin y al cabo, para ellos no eran más que unas tontas. ¡Pero ni hablar de un clérigo! Aquello sí que rompió sus esquemas. De modo que me fui y me uní a la fe católica‚ que sí aceptaba esas cosas. La sencilla fe y confianza de los católicos no imponía límites a ese tipo de pasión, siempre y cuando fuera sincera.

295. La canción Fe de nuestros padres fue mi manera de proclamar que lucharía por mantener fuerte y puro mi amor. Por eso escribí: «De nuestros padres, fe inmortal, pese a la espada y la prisión. De nuestros padres, santa fe, hasta morir te seré fiel».

296. Jesús, Jesús y otras fueron expresiones del profundo y apasionado amor que yo sentía por mi Salvador. En algunos círculos esa concepción de la fe era aceptable, mientras que en otros la intolerancia era la misma que se encuentra hoy en día.

297. Hoy en día las tinieblas han envuelto a la humanidad como un sofocante sudario. Si yo estuviera hoy en la Tierra, sufriría el mismo rechazo que ustedes, los de la Familia. Escogí renunciar a todo lo que se interponía entre Jesús y yo, y ahora soy uno de los espíritus que dirigen los coros celestiales. Claro que mi estilo ha cambiado bastante. ¡Tenemos canciones bien animadas aquí arriba! Y si algún músico quiere que se le eche una mano, les sorprenderá lo que soy capaz de inspirar.

298. (Mamá:) Aquí tienes la canción Jesús, Jesús que mencionó Faber:

Jesús, Jesús, perdóname

si digo por amor

más de mil veces cada día

Tu Nombre encantador.

Jesús‚ Señor, quédate aquí.

Mi corazón descansa en Ti.

Con Tu sonrisa me das paz.

Cada vez te amo más.

Tanto te quiero que no sé

controlar mi efusión.

299. A propósito, en vez de efusión se podría decir emoción o sentimientos.

Tanto te quiero que no sé

controlar mi emoción,

pues en mi pecho arde con fuerza

la llama de Tu amor.

Mi patrimonio, mi deseo,

mi honor y mi salud,

la fuerza de mi corazón,

todo eso eres Tú.

Oh‚ fuego que hay en mi interior,

no dejes de abrasar,

y purifica con tu ardor

todo lo terrenal.

Oh‚ dicha en medio del dolor

y en las tinieblas luz,

tesoro mío, dulce amor‚

¡quién como Tú, Jesús!

¿Dónde suspenderás Tu vuelo?

Este amor, ¿tiene fin?

Sigue y sigue, pues cada día

te muestras más gentil.

300. Gracias, Jesús. Es posible que no hayas captado algunas cosillas porque (en el original en inglés) algunas de las expresiones están anticuadas y ya no se usan mucho, como en la última estrofa, donde dice: «¿Dónde suspenderás Tu vuelo? Este amor, ¿tiene fin? Sigue y sigue, pues cada día te muestras más gentil».

301. Jesús dice:

302. Cuando te preguntes hasta dónde llegaría Yo para conquistar un alma, para rescatar a los quebrantados y los perdidos, imagínate que Mi amor es como una hermosa ave que se remonta bien alto.

303. Ahora vuelve a leer estas palabras, teniendo en cuenta que suspender significa detener una acción, no dejar que pase de cierto límite o cierto punto, interrumpir.

304. Observa también que la palabra Tu tiene la te mayúscula, porque se refiere a Mí. Quiere decir que no suspendo Mi vuelo, que Mi amor no tiene límite, y que cuando se remonta como un ave, no hay nada que no pueda sobrepasar. ¿Dónde está el límite? ¿Hasta dónde llega Mi amor, en qué punto comienza a fallar? En ninguno.

305. Repito esos versos: «¿Dónde suspenderás Tu vuelo? Este amor, ¿tiene fin?» En otras palabras: «Jesús, ¿hasta qué extremo llegas? ¿Tienes algún límite? No‚ ninguno». «Sigue y sigue, pues cada día te muestras más gentil».

306. Tengo una más de esas canciones de alabanza. Se titula ¡Ojalá tuviera mil voces!

Hojas del bosque, tiernas y verdes,

que bailáis de alegría en el aire estival;

hierba del prado, brillante y esbelta;

magníficas flores, bellas y agradables,

que vivís para ofrecerle alabanza,

ayudadme a dar a conocer Su gloria.

Seres que tenéis aliento y movimiento,

que llenáis de vida tierra, mar y cielo,

uníos a mí en mi devoción‚

para exaltar al Altísimo.

Todas mis facultades no pueden en justicia

declarar las maravillas de Su poder.

307. ¿Cómo te va? ¿Sigues a gusto? Antes de poner fin a estas devociones quisiera incluir un relato que me pareció muy significativo. Es de una mujer llamada Belle que nos cuenta una experiencia que marcó un hito en su vida. Creo que ilustra todo lo que hemos conversado en estas devociones de hoy. Viene a ser como un resumen general. Dice así:

308. El corazón de los hombres y sus necesidades son siempre iguales, independientemente de la apariencia que tenga cada uno. A toda persona le hacen falta esos momentos de paz en que la mente hace una pausa en su frenética lucha por sobrevivir y el corazón tiene oportunidad de saciar su sed en los profundos ríos del amor de Dios.

309. Tuve el privilegio de ver eso ilustrado delante de mis narices‚ y para mí fue como abrirme una puerta: me cambió para siempre. La verdad es que fue algo muy sencillo. Yo era madre soltera, y solía tener dificultades para llegar a fin de mes. Mi vida era una agitada sucesión de trabajos ocasionales, niños que alimentar y todas esas tareas que le llenan a uno la existencia.

310. Mi casa daba a una callejuela, y enfrente había una capillita. La mía era una vivienda pobre y sencilla, como las demás del barrio, aunque estaba a pocas cuadras de una zona moderna y distinguida de altos edificios de oficinas y tiendas lujosas para los ejecutivos que se pasaban el día tras aquellas fachadas de vidrio y acero.

311. Todas las mañanas veía a una mujer, parecida a mí, que llevaba corriendo a sus hijos al paradero del ómnibus escolar, donde este los recogía para llevarlos al colegio. Cuando volvía a pasar por delante de mi ventana, siempre se la veía cansada y desmejorada. Pero cada día hacía un alto en la capillita de enfrente.

312. Unos diez minutos después, cuando salía, se la notaba cambiada. Tenía una sonrisa en el rostro‚ caminaba con más garbo y parecía llena de energías. De todos modos, nunca me había detenido a pensar en ello, ya que yo misma andaba apurada, alistando a mis pequeños para otro día de clases en el colegio del barrio.

313. Al mediodía, cuando regresaba a casa para prepararme algo rápido de comer, me sentaba junto a la ventana, y con frecuencia veía a otra persona entrar a la capilla. Una limusina negra se detenía en las inmediaciones, y de la parte posterior del vehículo salía de un brinco un empresario. A menudo chequeaba su reloj y se ponía a caminar de prisa. En la cara se le notaban las arrugas del estrés. Pero también se advertía en su mirada cierta ilusión cuando se dirigía a la capilla. Exactamente veinte minutos más tarde‚ como un reloj, volvía a salir.

314. En un principio no le presté mucha atención; pero al recordar a la mujer que hacía lo mismo, se despertó mi curiosidad. Empecé a estudiarlo a él también. Me impresionó la expresión tranquila de su rostro. Caminaba con paso seguro, más despacio que al llegar, y las arrugas del estrés habían desaparecido. Es más: se lo veía más joven que antes.

315. Me quedé fascinada‚ y me puse a observar a todos los que entraban y salían de la capilla.

316. Una noche, mientras cenaba con los niños, advertí algo que al principio me alarmó: vi aproximarse a la capilla a un muchacho con ropa de cuero y lleno de piercings. Caminaba con la cabeza gacha, y antes de entrar miró nerviosamente a su alrededor. Pensé en llamar a la policía, pero decidí esperar.

317. Quince minutos después salió; y me quedé sorprendida‚ porque al igual que los demás, parecía otro. Andaba erguido‚ y salió de la capilla casi bailando, como si la vida le hubiera devuelto una fortuna perdida mucho tiempo atrás. Se deslizó por la baranda que había en medio de la escalinata y se perdió en la oscuridad de la noche.

318. Observé a esas personas durante una semana. Cada vez pasaba lo mismo. Estaba intrigada, de modo que en el único día libre que tenía cada mes decidí abordarlas.

319. La mujer me dijo sencillamente que desde pequeña le habían enseñado que cuando surgieran problemas debía buscar un lugar tranquilo donde hacer una pausa, decirle a Jesús cuánto lo amaba y necesitaba, y descansar unos momentos. «Me ha tocado una vida dura —me explicó—; pero cada día le presento mis dificultades y las dejo en Sus manos. Sin ese rato que paso ahí dentro amando a Jesús, no aguantaría».

320. El empresario se me hacía un poco más difícil de abordar‚ pero decidí esperarlo en la puerta de la capilla. Cuando le hice la pregunta, me miró a los ojos, y me sorprendió al explicarme que un año atrás había sufrido una crisis nerviosa. Entonces un amigo le habló de Jesús y de lo bueno que era tomarse unos momentos para amarlo y dejar que Él se llevara las presiones. «Mi vida sigue siendo muy agitada; pero esos minutos de silencio que paso en Su presencia son lo que me mantiene vivo y en mi sano juicio. Francamente, debo la vida a esos momentos de reposo con mi Salvador. Se han convertido en las citas más importantes que tengo, y por eso jamás las cancelo. Debería probarlo usted también».

321. Me quedé boquiabierta al escuchar lo mismo de ambas personas. No veía el momento de abordar a la tercera, aunque para ello tuve que armarme de coraje. Nuestro barrio no era muy seguro, y por la noche no podía quedarme esperando frente a la capilla como había hecho con el empresario.

322. Cuando el joven entró a la capilla, esperé diez minutos; luego crucé la calle y entré. Era como si algo me empujara a sobreponerme a mis temores y recelos. El chico estaba sentado cerca de la entrada de la capilla, quieto, con los ojos cerrados. Esperé hasta que se puso de pie y me pareció que ya se iba.

323. «Disculpa», le dije con cierta aprensión. Él se volteó y me regaló una hermosa sonrisa. «He observado que vienes aquí todas las noches, y cuando sales se te ve cambiado. Sé que no es asunto mío, pero tengo curiosidad por saber qué haces acá», le pregunté.

324. «Pues... —respondió algo avergonzado—, no sé. Es un lugar donde no tengo que andar fingiendo. Mira, mi mamá me solía traer cuando era chico, y me enseñó a quedarme quieto y visualizar a Jesús. Sé que suena medio cursi, y si se enteraran mis amigos, me despreciarían. Y bueno, mi mamá murió cuando yo tenía quince años‚ y desde entonces he vivido en la calle, no he podido hacer otra cosa. A veces se pone bastante difícil, y no sé si quiero seguir viviendo así; pero me he dado cuenta de que al venir aquí puedo regresar a aquellos tiempos en que todo estaba OK. Aquí no tengo que fingir‚ ni sentirme avergonzado de lo que soy, ni nada. Vengo, me siento con Jesús, y Él me acepta tal como soy. Y eso me gusta, ¿sabes?»

325. Se dio la vuelta y salió de la capilla con aire despreocupado. Y aquella noche inicié una costumbre que mantuve el resto de mi vida, una costumbre que supuso una enorme diferencia. Aprendí que tanto si uno lo tiene todo como si no tiene absolutamente nada, siempre hay algo que puede mejorar las cosas. Tal como me enseñaron mis tres maestros, se trata de dedicar tiempo a amar a Jesús.

326. (Mamá:) Después de escuchar a Belle contar su experiencia, le pedí al Señor de todo corazón que me ayudara a no olvidarla jamás, y a tener presente la importancia de amarlo y el efecto que puede tener en cada persona esa comunión con Él, independientemente de su condición social, su edad y sus circunstancias. Es indispensable para todos.

327. Estoy segura de que esas tres personas que dieron tan magnífico ejemplo a Belle ni siquiera se percataron del impacto que tuvieron, ni de que sus sencillas enseñanzas fueron muy importantes para otros.

328. ¿Te das cuenta? A pesar de que no eran conscientes de que alguien los observaba, el Señor se sirvió de ellos para transformar la vida de esa mujer. Y ahora lo que ella aprendió, su testimonio, está influyendo en nosotros, nos está inspirando y motivando a hacer lo mismo.

329. Jamás podríamos alabar a Jesús lo suficiente por la forma en que obra en todos nosotros para cumplir Sus propósitos y responder a nuestros más profundos y fervientes clamores. De todos modos, podemos hacer un esfuerzo por seguir alabándolo con todo nuestro ser. Tengo otra canción de alabanza a nuestro Dios que a todos nos ha hecho sentir Su belleza. Probablemente todos reconocerán la melodía. Es una pieza clásica titulada Oda a la Alegría, con música de Beethoven. Seguramente la has oído muchas veces, con su ritmo fuerte y victorioso; pero tal vez no has escuchado esta letra. Uno casi puede imaginarse al Señor en las nubes, y a Sus hijos alabándolo mientras se elevan para ir a Su encuentro. Se aproximan tiempos tenebrosos, pero justamente por eso las alegrías que vendrán después serán tremendas.

Jubilosos te adoramos, Dios de gloria, Dios de amor.

Ante Ti los corazones se abren como al sol la flor.

Llévate los nubarrones de las dudas y el pesar.

Tú que eres dicha eterna, llénanos de gozo y paz.

Son Tus obras todas fiel reflejo de Tu esplendor.

Ángeles y estrellas siempre cantan a Tu alrededor.

Prados, bosques‚ valles, montes y las olas de la mar

con los pájaros cantores nos convocan a alabar.

Únete a este alegre coro que inició la creación.

Dios el Padre nos gobierna, y el amor es nuestra unión.

Ven, marchemos y cantemos, la victoria llegará.

Entonemos todos juntos este himno triunfal.

330. ¡Gracias, gracias y más gracias a Ti, nuestro espléndido Rey de amor‚ Señor de paz, Señor de la vida y Soberano de los Cielos! ¡Gracias porque podemos alabarte con las inspiradas palabras de este autor, y también adorarte!

331. Y ahora que nos acercamos al fin de estas devociones, quiero pasarte una revelación que nos dio el Señor sobre estos personajes del pasado que se han comunicado con nosotros o cuya vida hemos llegado a conocer mejor: los compositores, poetas, testificadores, misioneros, pastores... todos los que procuraban vivir por Jesús.

332. Es posible que hayas oído la expresión «volver a las raíces». En el mundo se emplea en el sentido de averiguar la historia de tus antepasados y ver de qué manera influyeron en tu vida‚ y de esa manera llegar a entenderte mejor a ti mismo.

333. Para nosotros, en el plano espiritual, «volver a nuestras raíces» significa adquirir una conciencia mayor de que estos hombres y mujeres de Dios de otras épocas forman parte de nuestro patrimonio espiritual. Significa llegar a entender el impacto que han tenido en nuestra vida, aunque nosotros no nos hayamos dado cuenta.

334. El Señor quiere que entendamos lo mucho que influyen en nuestra vida y dependemos de ellos. No sólo son dignos de imitar y un ejemplo a seguir‚ sino que son importantísimos para nosotros: su historia es la nuestra, y si no fuera por ellos, ni siquiera estaríamos aquí.

335. Creo que el tomar conciencia de esto nos dará una perspectiva distinta y agregará toda una dimensión a nuestra vida. Además, si comprendemos que lo que somos se lo debemos a ellos, no nos atribuiremos más importancia de la cuenta. Y la humildad siempre nos viene bien, porque cuanto más humildes nos volvamos, más como Jesús seremos.

336. A continuación, un mensaje en el que nuestro maravilloso Amado y Maestro nos ayuda a entender cuáles son nuestras raíces y nuestros cimientos.

337. Se parece a la construcción. El trabajo de echar los cimientos parece absorber mucho tiempo. Hay que cavar, examinar cuidadosamente la tierra, estudiar las aguas subterráneas, determinar el potencial de erosión y decidir si es necesario levantar muros de contención y poner zapatas; luego está la tediosa labor de echar piedras y cemento, y el curado del hormigón, todo eso para obtener una mínima base de concreto que apenas se nota y ni siquiera es muy estética.

338. Cuando se compara eso con la rápida tarea de levantar la estructura, que requiere muy poco esfuerzo y produce resultados tan hermosos, es común tener la tentación de pensar que la construcción del edificio es la parte más importante. ¿Entienden a lo que voy?

339. A Mi modo de ver, ambas etapas son igualmente importantes. La velocidad con que pueden divulgar hoy en día el Evangelio, los milagros gloriosos que les he dicho que realizarán, la cobertura a nivel mundial que recibirán cuando den la cara por Mí en los días tenebrosos que vienen, incluso los asombrosos dones de profecía fluida con que los guío paso a paso y la relativa comodidad con que los he bendecido, en comparación con lo que sufrieron otros en el pasado para dar lo que podría considerarse poco fruto, todo eso fácilmente puede llevarlos a pensar que ustedes son especiales‚ diferentes o más importantes que sus antecesores. Sin embargo, deben tener presente que sin esos cimientos de la fe que ellos pusieron fielmente, el edificio de este tremendo centro motor de Mi Espíritu para el Tiempo del Fin no estaría hoy en pie.

340. He abierto las puertas para poner a disposición de ustedes toda la experiencia, la formación, el talento y el ungimiento de los millones de personas que los han precedido. Los de la segunda y tercera generación no tendrán tiempo de aprender lo que enseña toda una vida de experiencia. En circunstancias normales, les sería imposible llegar a captar plenamente los múltiples conceptos que les conferirán la sabiduría para hacer frente a los días que se avecinan. Mas he autorizado un atajo, tanto para ellos como para los de la primera generación, para que accedan no solo a la sabiduría que podrían adquirir a lo largo de su vida, sino también a la sabiduría y la formación de milenios.

341. Estos poemas y composiciones que ha compartido Mi reina con ustedes no son simples cancioncillas que un día a alguien se le ocurrió escribir, alguien que se encontraba en su lecho de rosas, rodeado de lujos‚ y llevaba una vida desahogada, pensando que así tendría una bonita cancioncilla que cantar cuando se sentara en el banco de la iglesia el siguiente domingo.

342. Por el contrario‚ son declaraciones de fe y de alabanza, que surgieron del corazón de soldados fuertes y veteranos en el campo de batalla de la vida. Estas canciones brotaron de su interior cuando su cuerpo adolorido se esforzaba por avanzar por en medio de las piedras y el fango de este mundo, entre los estampidos de los misiles de las dudas y las dificultades, cuando con las últimas fuerzas y energías que les quedaban tuvieron que rescatar a algún herido, o destruir al Enemigo que hacía estragos en medio de ellos.

343. Estoy hablando de personas que se enfrentaron a temibles ejércitos del Enemigo, y contra todo pronóstico mantuvieron la espada levantada y encabezaron la carga contra las filas contrarias, plenamente conscientes de que si salvaban la vida sería un milagro.

344. Aquellas personas, fueran jóvenes o fueran viejas, estaban convencidas de que valía la pena entregar hasta lo último que tenían por el llamamiento que habían recibido‚ sin reservas, aún a costa de su vida; y lo hicieron felices.

345. Estamos hablando de personas que en algunos casos fueron llamadas a una vida de continuo sufrimiento, pero que me profesaban un amor tan profundo que no desistieron. Se negaron a rendirse ante cualquier obstáculo que pudiera impedirles realizar el trabajo que Yo les había encomendado.

346. Esos hombres y mujeres son, a todas luces, sus compañeros. Quizá sólo escribieron unos cuantos poemas por los que se los recuerda. O tal vez sólo convirtieron a una tribu de una montaña remota. Pero Yo tengo en cuenta la convicción, la dedicación, la determinación, el amor y la fe que los impulsó a hacer lo que les encargué. Su testimonio perdurará por la eternidad.

347. Ya he dado a algunos de la Familia grandes cruces que llevar, y pasaron la prueba. Algunos ya resistieron hasta el fin. Los considero hombres valientes, que no tienen nada que envidiar a Mis hombres fieles de épocas pasadas. Muchos otros aún tienen por delante tareas pendientes, y para esas batallas les harán falta refuerzos, el respaldo de estos héroes de antaño. Cada uno de ellos tuvo a otros que lo apoyaron, que le inspiraron fe mediante sus acciones‚ que lo ayudaron a entusiasmarse con su ejemplo de fe y convicción.

348. Todos esos grandes héroes del pasado tuvieron necesidad de los que los precedieron, para que los espolearan a continuar avanzando. De no haber contado con su apoyo, no habrían salido adelante. En cada uno de estos casos, la dedicación de sus antecesores les sirvió de fundamento, y ahora ellos les sirven de fundamento a ustedes. Sírvanse de ellos al máximo y verán cómo esa ayuda adicional les servirá para alcanzar las metas que se han propuesto.

349. Tal vez no entiendan para qué los necesitan. Puede que piensen: «Esta es otra época, y mi generación es distinta de todas las que ha habido antes. Puedo arreglármelas yo solo».

350. Si esa es la mentalidad que tienen, están equivocadísimos. Puede que las circunstancias en que se encuentran sean únicas; pero la humanidad ha librado las mismas batallas básicas, la misma lucha espiritual, desde los tiempos de Adán y Eva.

351. La batalla de la luz contra las tinieblas, del bien contra el mal, de la fe contra la desesperación y de la vida contra la muerte sigue librándose en el mismo campo de batalla.

352. Tal vez los peligros se presenten con otra cara, pero siguen siendo los mismos: la transigencia, el letargo, el temor, las dudas y las distracciones que apartan su atención de la batalla y le brindan al Enemigo la oportunidad de asestarles un golpe.

353. Cada generación se considera única, y en cierto sentido lo es. Puede que las tentaciones de la actualidad parezcan más fuertes, más envolventes y más difíciles de resistir que las de otras épocas; pero en cada generación los engaños empleados por el Enemigo han sido igual de eficaces y han tenido el mismo atractivo para los que optaron por dejarse llevar por ellos. También es cierto que hoy en día esas trampas pueden destruirse y echarse por tierra con la misma efectividad que en el pasado, si se les hace frente con convicción‚ fe y espíritu combativo.

354. Esta generación se enfrenta a una tremenda influencia negativa del mundo, y las fuerzas del mal parecen más difíciles de vencer que en el pasado. Sin embargo, con las armas que se les ha dado, la victoria no es más difícil de alcanzar para ustedes de lo que lo fue para otras generaciones, siempre y cuando decidan pelear por ella y hacerse con ella. Si emplean el poder que tienen a su alcance, contarán con las mismas posibilidades de salir vencedores que las generaciones anteriores, debido a que disponen de la experiencia combinada‚ la visión y la fortaleza de todas las generaciones, cosa que no ha tenido ninguna otra generación de la Tierra.

355. Yo mismo me preocupé de que en el siglo xix y en parte del siglo xx —es decir, del año 1800 hasta 1900 y pico—, época en que hubo un gran derramamiento de poesía, himnos y fe, se echaran los cimientos para el Tiempo del Fin. De manera que aprendan todo lo que puedan de quienes soportaron tantas penalidades para sentar las bases sobre las que estoy construyendo ahora este ejército del Tiempo del Fin.

356. Que la fortaleza y convicción de estas personas sirva para reforzar la de ustedes; que su visión y determinación les punce la conciencia, los motive y los prepare para la mayor de todas las batallas. Necesitan a esas personas, y con su ayuda pronto se sentarán todos juntos en Mi Reino. Juntos brindaremos por la victoria, victoria que no habría sido posible de no haber aunado todos sus fuerzas para alzarse con la mayor victoria de todas las épocas.

357. (Mamá:) ¡Aleluya! ¡Gloria a Ti, Jesús! ¡Qué hermoso, Amor mío! Gracias por revelarnos esto. Gracias por develarnos los misterios de Tu Espíritu. Gracias por estas palabras que proceden de Tu tierno corazón. ¡Alabado seas, dulce Amor! ¡Aleluya! (Lenguas)

358. ¡Qué difícil es encontrar las palabras adecuadas para expresar nuestras emociones y la gratitud que sentimos hacia nuestro Esposo por Su sabiduría y Su asombrosa previsión! Nuestro corazón siempre sabe qué decir; pero en un momento tan magnífico como este, a nuestra mente se le hace difícil hallar las palabras acertadas.

359. En situaciones como esta, podemos recurrir a la única manera adecuada de expresar esas alabanzas, hablando o cantando en lenguas para manifestar lo que nuestra mente no sabe decir. Con frecuencia, cuando oímos a alguien hablar en lenguas nuestra mente no capta lo que se está comunicando; pero el espíritu sí lo percibe, y es transportado a la esfera celestial.

360. La última vez que el Señor me indicó que cantara en lenguas en una grabación que hice para ustedes‚ a muchas personas les impactó bastante. Creo que nunca había hecho nada que provocara tantas reacciones entusiastas como cantar esa cancioncita en lenguas con ese acompañamiento tan inspirado. Por lo visto‚ hizo que para muchas personas se desatara en el espíritu una reacción en cadena.

361. Me pareció que sería bueno terminar estas devociones con otra canción de alabanza en el espíritu.

(Mamá canta en lenguas.)

© La Familia Internacional, 2006